Río de Janeiro: la ciudad maravillosa

AutorJosé Israel Carranza

MURAL / Enviado

Desde antes de llegar a Río de Janeiro, la imaginación está llena de los símbolos que han hecho famosa a esa ciudad en el mundo entero: la majestuosidad del Cristo del Corcovado, la belleza de las playas, la imponente vista del Pan de Azúcar.

Pero esta ciudad, que hasta 1960 fue la capital de Brasil, contiene muchos otros asombros que deben ir descubriéndose a medida que va uno familiarizándose con una metrópoli moderna, que se ha ganado el nombre de "Cidade Maravilhosa".

Desde que se ingresa a través de la avenida elevada Paulo de Frontin, el paisaje urbano se despliega como una sucesión de impresiones imborrables: la agobiante pobreza de la periferia va cediendo lugar a las fábricas y almacenes que dan testimonio de la pujanza económica de la ciudad, para luego pasar al lado del centro histórico, donde quedan las huellas del pasado monárquico de Brasil.

Tras atravesar el cerro del Corcovado por el Túnel Rebouìas, se ingresa a un mundo de sofisticación, opulencia y exuberancia, con la vista de la Lagoa Rodrigo de Freitas, un vaso lacustre alrededor del cual se ubican las zonas residenciales más costosas de la ciudad.

Los nombres de Copacabana e Ipanema suenan familiares porque corresponden a dos de las playas más famosas del mundo. En la primera, el lujo de los grandes hoteles se alía a una intensa vida comercial que permite pasear largo rato por las amplias aceras de la Avenida Atlëntica y disfrutar en ella de las terrazas de los restaurantes que se extienden a lo largo de la playa.

En Ipanema y Leblon, en cambio...

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