Rinden en Ixcateopan tributo a Cuauhtémoc

AutorSilvia Isabel Gámez

"¿Qué hacemos con la dama?", le preguntó el Presidente Luis Echeverría al gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa, ante la tercera comisión que había concluido que los huesos de ese cráneo, pertenecientes a una joven mestiza, no podían ser los de Cuauhtémoc. Para que no hubiera duda, ahí estaba su rostro, reconstruido en acrílico.

Esa noche de 1976, los investigadores repitieron los dictámenes de 1949 y 1951. No existían bases científicas para afirmar que los restos hallados bajo el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Asunción en Ichcateopan pertenecían al último señor de los mexicas.

El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, miembro de la comisión, recuerda que Figueroa cambió de tema tras escuchar los informes. "No dijo nada sobre qué bueno que se aclaró, o qué malo. Daba la impresión de que no existíamos".

No hubo una entrega oficial del dictamen, y la SEP guardó silencio. La investigación quedó abierta. Hasta que en septiembre de ese año, Echeverría declaró en Ichcateopan que, por razones de tradición, aquellos eran los restos de Cuauhtémoc. "Jamás mencionó a la comisión. Dio un manejo político al asunto", señala.

Para el gobernador Figueroa, considera la historiadora Alicia Olivera, también integrante de la comisión, el hallazgo suponía una "posibilidad política grandiosa". Guerrero ya no sería recordado sólo por los desaparecidos de la guerra sucia, sino por ser la cuna del tlatoani.

Pero la mentira no fraguó. La conclusión de los expertos fue unánime. "Sólo espero que no haya un nuevo intento de validar los restos", dice hoy Matos Moctezuma.

"La tumba de Cuauhtémoc, último emperador azteca, el héroe más grande del Anáhuac, fue encontrada". Julio Scherer García firmó en Excélsior la noticia. A las 4 de la tarde del 26 de septiembre de 1949, bajo el altar demolido de la iglesia, había sido hallada una fosa con unos huesos calcinados y una placa de cobre con una cruz en el centro y la inscripción: "1525-1529 Rey, é, S, Coátemo".

A Florentino Juárez se le atribuye el origen de la "tradición" sobre el nacimiento y entierro de Cuauhtémoc en Ichcateopan, población situada a 36 kilómetros de Taxco. A fines del siglo 19 habría elaborado los documentos que, rubricados con la firma apócrifa de Fray Toribio de Benavente, Motolinía, indicaban el lugar de la tumba.

El historiador Paul Gillingham cree que enterró los huesos bajo el altar entre agosto de 1891 y finales de 1893, influido quizá por su pertenencia a la Orden Masónica, que sentía...

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