Entrevista / Ricardo Piglia / Piglia a puerta cerrada

AutorLeonardo Tarifeño

Ricardo Piglia tiene aspecto de científico loco, podría haber salido de un libro de su admirado Roberto Arlt. Pero si es verdad que los personajes de las propias obras siempre tienen algo del autor, mejor sería decir que Piglia se parece al protagonista de La ciudad ausente, ese inventor desquiciado (y genial) que construye una máquina para eternizar a su esposa muerta. La metáfora remite a Macedonio Fernández, otro de sus escritores más queridos y de quien dice en Formas breves que "el pensar, diría Macedonio, es algo que se puede narrar como se narra un viaje o una historia de amor, pero no del mismo modo. Le parece posible que en una novela puedan expresarse pensamientos tan difíciles y de forma tan abstracta como en una obra filosófica, pero a condición de que parezcan falsos".

-"Esa ilusión de falsedad", concluye usted, en boca de su personaje Emilio Renzi, "es la literatura misma". ¿La literatura propone una utopía falsa?

No del todo. La literatura ha anticipado el mundo en el que vivimos hoy. Hace poco leí en The New York Times que, en Nueva York, cada ciudadano es filmado unas 24 veces por día. Eso mismo lo vemos en los climas creados por Thomas Pynchon, William Burroughs, Philip K. Dick y George Orwell, entre otros.

-¿Hay que leer a Orwell para entender el mundo posterior al 11 de septiembre?

En parte sí, aunque ya no sabemos cuál es el sentido de ese ojo vigilante. Parecería que ahora la idea dominante es que todo sujeto es filmable. Que todo lo que un sujeto hace es digno de aparecer en un archivo o registro, en una historia que el Estado le construye.

-Si todos somos filmables, ¡todos podemos ser actores en una película hecha por el Estado!

Esa es un poco la línea de Jean Baudrillard, que tiende a frivolizar el asunto y a pensar que la realidad es un simulacro. Pero personalmente, creo que esto no tiene nada de simulacro.

-Usted señala que lo más importante en una narración es lo que no se cuenta, y eso se relaciona con la política, donde lo más importante también es lo que se calla. ¿Cómo ve hoy esa relación entre literatura y política?

El discurso del Estado es utópico. No es sólo un discurso realista y cerrado en el presente. No, es un tipo de discurso que propone modelos de mundo. Y del otro lado está el individuo. Cuando digo que la literatura es una forma privada de la utopía, quiero decir que la literatura realiza algo que cada uno de nosotros hace a su manera: imaginar un futuro diferente. Pero las percepciones utópicas...

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