Ricardo Pascoe Pierce / El poder y el sujeto

AutorRicardo Pascoe Pierce

Está comprobado. El poder político transforma al ser humano. ¿Cómo es que se da este proceso transformador? Detentar el poder político es una experiencia cercana a lo que pudiera ser el efecto de convertirse, repentinamente, en Dios. Como ejercicio del poder, se es, a la vez, virulento y ciego. La virulencia proviene del hecho de que ese ejercicio permite tomar decisiones, muchas veces unipersonales, que afectan o inciden sobre la vida de muchos ciudadanos sujetos a tales determinaciones. De la misma manera, la virulencia es el poder de dominar a otros. Pero por otro lado, esa misma virulencia provoca ceguera en el que ejercita del poder. La otra cara del uso "divino" del poder es que frecuentemente se olvida que el poderoso tiene que responder, públicamente, por sus hechos y decisiones. Es frecuente que en el cotidiano ejercicio del poder se piense que se es incuestionable, invencible e indescubrible.

El ejemplo contemporáneo más explícito de esta confusión reside en la frase, inigualable, del jefe de Gobierno de la Ciudad de México: "Soy indestructible". Es una expresión de fuerza aparente, pero en el fondo contiene una verdadera debilidad: refleja que el sujeto está obnubilado por el ejercicio del poder. Ese mismo pensamiento influye profundamente en sus colaboradores: consideran que las encuestas los han convertido, ya, en los próximos gobernantes del país. Nada más vano y, por ende, equivocado. Esta fatal combinación de virulencia y ceguera es lo que convivía en las cabezas de Gustavo Ponce Meléndez, ex secretario de Finanzas del GDF, y René Bejarano, ex secretario particular del jefe de Gobierno y ex asambleísta de la ALDF, y los movió a actuar como lo hicieron, suponiendo su "invencibilidad". Pensaron que, así como el jefe de Gobierno es indestructible, ellos también lo eran. Hay que añadir que es una filosofía que permea las estructuras de poder del GDF.

Sin embargo, el problema va más allá de las delusiones del equipo gobernante temporal en el Distrito Federal. La clase política del país padece de algo parecido a una epidemia de virulencia y ceguera. Si bien estoy tentado a culpar al presidente Fox de esta situación, sé que no es estrictamente posible colocar toda la responsabilidad de la situación del país en el regazo presidencial. Sin embargo, el país efectivamente carece de un proyecto de nación, y esa carencia está contribuyendo a generar una tensión de ingobernabilidad en México. El Presidente es parte de esa tensión, y...

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