Ricardo Elias/ Hijo, no fumes

AutorRicardo Elias

Para Erick

¿Han notado la gran cantidad de jóvenes y jovencitas que fuman?

Menciono a ellas no por evitar el uso del masculino como genérico al más puro estilo foxiano, sino porque particularmente quiero hacer notar la gran cantidad de niñas que en los cafés, restaurantes y centros comerciales deambulan vestidas, peinadas y pintadas igual, y elevan orgullosas la mano que sostiene el cigarro en una todavía artificial pose que ni María Félix con sus puros lograba. Junto a ellas siempre está el amigo o novio imberbe que seguramente las introdujo en el glamoroso y sicológicamente útil vicio (a los jóvenes que sus padres les obliguen a leer éste artículo, o se los lean a fuerzas en una "enfadosa" plática familiar, como estoy seguro que no tendrán un diccionario a la mano, les aclaro que la palabra imberbe quiere decir "que no tiene barba", y se usa también para calificar a alguien como joven, inexperto, bisoño, novato, neófito, aprendiz o principiante).

Es increíble que con la cantidad de información que hoy existe alrededor del tabaco, cada día haya más jóvenes que se enganchan en este mortal vicio.

Sólo un ex fumador (como yo) puede entender lo que pasa por la cabeza de un fumador cuando alguien le dice que debe dejar el vicio. Hay mil excusas y razones para no dejar de fumar, y pocas para dejar de hacerlo.

La más popular de ellas consiste en afirmar que de algo nos vamos a morir. Y tal vez eso sea cierto, pero el tema no es si moriremos o no, sino cuándo; el tema no es si viviremos mucho o poco, sino que calidad de vida tendremos.

En mi caso, habiendo comenzado a fumar desde los 13 años, dejé el cigarro hace mas de 15 años, cuando ya consumía más de una cajetilla diaria. En ese entonces llegó a la ciudad un programa para fumadores, llamado Smokenders. El programa era en algunos aspectos parecido al de alcohólicos anónimos.

No sé por qué me inscribí en él, pero recuerdo que la primera tarea que nos pidieron era escribir en un papel 40 razones para dejar de fumar, y ninguna de ellas podía ser porque un tercero (padre, esposa o hijo) nos lo pedía o le molestara. Todas debían ser por y para beneficio de uno mismo. Me pregunté: ¿podrá haber 40 razones personales para dejar de fumar?

Pues aunque usted no lo crea, sí las hubo y eran de lo más interesantes y variadas. Quitando las más obvias, como el evitar el cáncer y todas las relacionadas con la salud, había otras menos obvias, pero que también eran razones, como poder sentarme en los asientos...

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