Ricardo Elías / La trinca del aborto

AutorRicardo Elías

Hay polémicas que nunca acaban. Quedan latentes en el fondo del pensamiento y aparentemente olvidadas por la opinión pública hasta que algo nuevo ocurre y las despierta. Surgen entonces las mismas discusiones, los mismos argumentos y las mismas respuestas y posturas.

Tal es el caso del tema del aborto, avivado ahora por la iniciativa y finalmente aprobación de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para despenalizarlo, enfrentado con ello las opiniones opuestas de grupos liberales y conservadores.

Independientemente de la postura que cada uno tenga al respecto, lo que hay que tener en mente es que estar a favor o en contra, opinar o creer distinto a la persona que tenemos enfrente, no nos hace a unos buenos y a otros malos, a unos sabios y a otros tontos, ni nos debe confrontar violentamente.

Las diferencias en cualquier campo del pensamiento tal vez nos pueden hacer contrincantes o adversarios, pero nunca nos deben hacer enemigos. Porque cuando se trata de un debate civilizado de ideas, un contrincante no es un enemigo.

Un contrincante es el que forma parte de una trinca, término que se refiere a un conjunto de tres personas designadas para argüir recíprocamente en las oposiciones.

Solamente teniendo presente lo anterior se puede hablar y argüir en temas tan polémicos y controvertidos como el aborto, sin que tenga consecuencias desastrosas para todos.

Y es que no todo tiene soluciones simplistas. No todo es blanco o negro (a favor o en contra de la vida). Solo un fundamentalista ve las cosas así, cegándose ante las áreas grises, insensible a las necesidades y sufrimientos de los demás, o convirtiéndose en daltónico intencional frente los colores y matices de la existencia.

Un fundamentalista no piensa ni decide por si mismo. Cuando algo se contrapone a "sus" verdades y la toma de decisiones es ineludible, consulta su manual (doctrina) y si éste no le responde claramente lo que hay que hacer, consulta a su intérprete de confianza (sacerdote, rabino, líder espiritual, chamán, etcétera), pero no para -con base en ello- tomar su propia decisión, sino para someterse a las indicaciones del otro y así evadir la responsabilidad de sus actos ante la posibilidad de equivocarse.

Por ello los cambios y el progreso no son de su interés. Prefieren la pasividad y mantener el estado de las cosas a correr el riesgo de violar disposiciones "divinas", y si su inactividad y omisiones ocasionan daño a los demás, creen contar con una especie de "aval...

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