Ricardo Elias / Y retiembla en su centro la tierra

AutorRicardo Elias

Los recientes sismos y huracanes, que causaron la pérdida de cientos de vidas humanas y de patrimonios familiares de toda una vida, nos hacen ver que pasamos la vida preocupándonos, discutiendo y haciendo escándalos por asuntos que frente a las verdaderas tragedias humanas, pierden toda relevancia y sentido.

Qué sentido tiene pelear, dejarse de hablar y en algunos casos hasta matar por asuntos de dinero y cosas materiales que en cualquier momento se esfuman; qué sentido tiene rasgarse vestiduras porque alguien hizo una escultura sincrética, porque pusieron una ciclovía o porque se cambió el uso que le damos al suelo, ese mismo suelo que si tiembla, en segundos nos acaba a todos, incluyendo las esculturas y edificios que tanto nos molestan.

Nosotros y nuestros asuntos mundanos somos mucho menos importantes de lo que creemos ser. La naturaleza y las locuras humanas pueden hacer a los amos y potentados de ayer, los parias y despojados de hoy.

"Y retiemble en sus centros la tierra" dice una estrofa de nuestro Himno Nacional, que parece hoy profecía apocalíptica, pues tembló el 19 de septiembre de 1985 y volvió a temblar, re-tembló el 19 de septiembre de 2017.

No creo en ninguna profecía, pero creo en el espíritu de los profetas en el sentido que lo describe el rabino Abraham J. Heschel en su libro La Democracia y Otros Ensayos, espíritu que deberíamos tener siempre presente, especialmente cuando nos sentimos poderosos y superiores a los demás. Decía Heschel: "Los profetas combinan un amor sumamente profundo, un disentimiento muy poderoso, un rechazo violento y doloroso, con una esperanza indómita. De los profetas aprendemos que debemos participar en los problemas del hombre, en los problemas de los hombres que sufren". Y hoy los mexicanos sufrimos.

Los desastres naturales, las guerras de cualquier tipo, los genocidios, las enfermedades y en general todas las desgracias y miserias humanas nos tienen que hacer pensar en nuestra mortalidad, en nuestra insignificancia, en la iniquidad y en la arrogancia que mostramos al pretender que el mundo se adapte a nosotros, en lugar de nosotros a él.

Nada más arrogante que afirmar que podemos salvar al planeta, cuando si el planeta se sacude nos desaparece a todos.

Nada más arrogante que sentirse poderosos, ricos y superiores a los demás, y que nuestros modos de pensar, nuestros deseos y nuestras creencias son únicas y deben prevalecer por...

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