Ricardo Elias / Impuesto a la muerte

AutorRicardo Elias

La Cámara de Diputados discutirá en los próximos días una iniciativa que busca gravar las herencias, legados y donaciones, actos que actualmente están exentos.

Este tipo de impuestos que en otros países se conocen como "impuestos a la muerte" (Death Tax) me parecen totalmente injustos.

Trabajamos toda la vida para crear un patrimonio, durante el proceso pagamos todas las tributaciones que nos corresponden, y cuando finalmente ese bien habido dinero llega libre a nuestras bolsas, lo invertimos en distintos tipos de bienes o instrumentos financieros y continuamos pagando cargas tributarias a los intereses, rentas o incrementos de valor a los bienes adquiridos al momento de venderlos.

Si todo sale bien (porque en el camino hay inflación, devaluaciones y todo tipo de imprevistos, fraudes impunes y crisis económicas), el ahorro familiar servirá para sostenernos durante la vejez, y como apoyo y soporte a los emprendimientos de nuestros hijos, los cuales tienen sus propios problemas y necesidades.

A pesar de todos los impuestos que en vida pagamos, nuestros flamantes diputados, los que se supone que nos representan y tienen como obligación defender los intereses de la gente que los votó, pretenden establecer un nuevo impuesto a las herencias. Cabe mencionar que la mitad de los países miembros de la OCDE no tienen este impuesto, por lo que no entiendo el afán de sumarnos a la mitad que sí lo tiene.

Esta brillante idea es del diputado Jorge Álvarez Maynez, del partido Movimiento Ciudadano, quien propone aplicar el Impuesto Sobre la Renta a las herencias que superen los 10 millones de pesos.

Está bien que al menos le haya puesto una base que exenta a todos los que a lo largo de su vida no lograron hacer un patrimonio superior a los 10 millones de pesos, y que sin duda es la gran mayoría, pero no por ello es justo.

Es un impuesto conceptualmente equivocado y que equivale a una doble y excesiva tributación.

Es un impuesto que castigaría a los más trabajadores, a los más exitosos y a todos los que, en lugar de gastarse todo, decidieron ahorrar y dejar un patrimonio, el fruto de su trabajo a sus hijos y nietos. Equivale a una doble tributación porque cuando se gana el dinero con el que se crea el ahorro familiar se pagan impuestos, y al momento de pasar ese ahorro a la familia, y que son los receptores finales, se pagarían de nuevo; es excesivo porque...

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