Ricardo Elias / Guan tu tri

AutorRicardo Elias

Entre los ciudadanos comunes sin ninguna afiliación política hay básicamente tres tipos de votantes: los que siempre votan por el mismo partido, sin importar quienes sean sus candidatos, los que votan por los candidatos, independientemente del partido a que pertenezcan, y los que ejercen su voto en el sentido negativo, es decir en función de antipatías, tirrias o animadversiones hacia un determinado candidato o partido.

Así, hay personas que por ejemplo, jamás votarían por el PRI, otros que jamás votarían por el PAN o por el PRD, y que unidos a los que nunca votan, ya sea por desidia, por decepción o incredulidad, hacen que el futuro del País en su conjunto, y el nuestro como ciudadanos, dependa de una azarosa combinación de electores y de la cantidad de desilusionados, y no del análisis ideológico y programático de un partido o de la selección de los candidatos más competentes y más eficaces.

Es nuestra democracia, si es que se le puede llamar así a un sistema en el que los ciudadanos (el pueblo) sólo podemos votar por los candidatos que los partidos políticos nos ponen enfrente, y los ciudadanos, los que supuestamente mandamos, estamos impedidos para colocar en puestos públicos a quienes consideramos mejores.

Son los partidos, con sus dirigencias y grupos internos de poder, los que definen a los candidatos, quienes una vez electos designan a su propia conveniencia a los funcionarios que ocuparán puestos públicos estratégicos, en función de lealtades y deudas políticas y económicas.

Pocos se dan cuenta de esto, pero en realidad más importante que poder votar es poder proponer por quién votar, pues al final el que manda no es realmente el que está en la silla, sino el que lo nominó para siquiera aspirar a sentarse en ella.

Y como en México los únicos que nominan son los partidos, de ahí sus pleitos a muerte por controlar sus dirigencias y por obtener candidaturas o designaciones.

No es de extrañar que la primera reforma que todos los partidos aceptaron hacer haya sido en materia electoral, modificando sólo algunas reglas relativas a sus campañas, pero sin realmente haber tocado sus impresionantes presupuestos ni obligado a sus candidatos a dar cuentas claras a los ciudadanos y someterse a nuestro escrutinio, para la ratificación o en su caso revocación de sus mandatos.

Tontos serían (y están donde están por todo, menos por mensos) si aprobaran reformas a la ley que permitan candidaturas independientes o que eliminen las designaciones para...

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