Ricardo Elias / Experimento malvavisco

AutorRicardo Elias

Se acabó el mundial, al menos para México, así que bienvenidos a la realidad. Toca hablar de otras cosas, cambiar de tema.

¿Pero cómo hablar de otra cosa y recuperarnos de la embriaguez futbolera en la que estuvimos inmersos las últimas dos semanas, imaginándonos ser más capaces de lo que somos, futbolísticamente hablando?

Todos, unos con más intensidad que otros, vivimos al mismo tiempo dos vidas, una real y otra imaginaria. Y logramos transportarnos entre ellas con un libro, con una película, con una conversación cautivadora, o con un juego o espectáculo cualquiera.

Un artículo que hace tiempo leí decía que durante muchos años los límites entre estos dos mundos (el real y el imaginario) eran fácilmente identificables. La vida real era lo que pasaba todos los días. Si teníamos éxito, la pasábamos bien y si fracasábamos, la pasábamos mal. Así de simple.

El mundo imaginario era el lugar de los sueños y nuestro contacto con él era normalmente a través de historias y leyendas con finales felices, en las que al final los buenos siempre ganaban.

Hoy, los límites entre el mundo imaginario y el real son borrosos. Antes, por ejemplo, los deportes y sus emociones se jugaban y vivían en la realidad, en vivo y en las calles. Hoy se experimentan sentados frente a una pantalla y sin siquiera patear un balón.

La realidad virtual, como ahora se le llama, permite imaginar y por momentos llegar a creer que somos alguien más o estamos en alguna otra parte; podemos sentir que volamos en el espacio, que nos sumergirnos en los océanos, vivir en otras épocas, en palacios o en islas de la fantasía, sentirnos poderosos, invencibles o enamorados.

Joaquín Sabina decía en una de sus canciones que "como además sale gratis soñar (...) con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida, a vivir otras vidas (...) de todos los hombres que nunca seré", habiendo, al final, escogido vivir la vida de "un pirata cojo con pata de palo y con parche en el ojo".

El peligro es que, al pasar demasiado tiempo en el mundo imaginario, aparecen problemas en el real. Las deudas no se pagan con el tesoro de una historia de piratas ni hay varitas mágicas para desaparecer.

Si no nos salimos a tiempo del mundo de los sueños y nos ponemos a hacer lo que tenemos que hacer, el mundo real destruirá al imaginario en un instante. Y esta destrucción de mundos no es de ciencia ficción. México perdió, hay que apagar la televisión, cambiar de tema y atender nuestro presente.

Una...

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