Ricardo Elias / Es la educación, estúpido

AutorRicardo Elias

¿Algún día podremos los mexicanos conducirnos con respeto, civilidad y honestidad? ¿Por qué en México todo tiene que funcionar mal, con mala calidad y sin garantías de ninguna clase?

¿Por qué tenemos que resolver nuestros problemas de manera corrupta, o nuestras diferencias a golpes, "gritos y sombrerazos"?

Obviamente no todos somos así, pero gracias a este generalizado "modo de ser", los mexicanos nos hemos convertido en el estereotipo de lo chafa y ganado la denominación de origen de las balaceras y la corrupción.

Repetiré estas preguntas cuantas veces sea necesario hasta que enfoquemos nuestra atención, opiniones y críticas en la mala calidad de la educación pública, causa principal de nuestros problemas, y no en las consecuencias (pobreza, discriminación, irresponsabilidad, violencia, corrupción, impunidad, falta de respeto a las leyes, falta de comportamientos cívicos, éticos, etcétera).

Hemos dejado que la Secretaría de Educación Pública "nade de muertito" en el mar de problemas que nos aquejan, sin exigirle resultados y sin llamar a cuentas a los responsables.

Es imperativo redireccionar las exigencias ciudadanas hacia la educación pública y convertirla en prioridad nacional.

James Carville, quien fue el estratega de la exitosa campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, concentró todo su mensaje político en tres temas reducidos a tres frases. La más famosa decía: "It's the economy, stupid" ("Es la economía, estúpido"), con la que quería decir que todas las acciones, discursos y propuestas deberían enfocarse en mejoras a la economía de los ciudadanos. Las otras dos frases fueron: "Change vs. more of the same" y "Don't forget the healthcare".

Acá en nuestro medio y contexto, si queremos un cambio verdadero, profundo y de largo plazo, tenemos que abrir los ojos, darnos cuenta y decir: ¡Es la educación, estúpido!

Lo digo porque la educación es clave para reducir la criminalidad y la comisión de delitos y para tener ciudadanos con comportamientos cívicos y socialmente responsables.

En una sociedad educada hay menor desempleo, menor dependencia de los programas de ayuda social y muchos más ingresos de impuestos, los cuales (si no se los roban, porque las personas bien educadas por lo general no roban) se traducen en mejores servicios públicos, mejores servicios de salud, mejor seguridad, etcétera.

La calidad de la educación pública debería ser prioridad nacional, centro de nuestra atención, preocupación y ocupación, y desgraciadamente...

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