Ricardo Elias / Creación destructiva

AutorRicardo Elias

Un artículo de la revista The Economist titulado "Por qué México no es próspero y cómo podría" preguntaba: ¿Si México ha adoptado una política monetaria y fiscal sólida, apertura comercial, inversión en educación y, más recientemente, una política de competencia mejorada, entonces, ¿qué salió mal?

Al respecto, el economista mexicano Santiago Levy, en su libro "Buenas intenciones, malos resultados" argumenta que hay muchas distorsiones en la economía mexicana que nos impiden avanzar: trabajadores que terminan en trabajos donde son menos productivos de lo que podrían ser; demasiadas personas que deberían ser trabajadores se convierten en empresarios o trabajan por cuenta propia, etc. Pero la distorsión que me parece clave del problema es que los negocios eficientes son gravados y penalizados, mientras que los subsidios ayudan a mantener los improductivos.

La noción de Joseph Schumpeter de "destrucción creativa", dice que la competencia capitalista expulsa las empresas más débiles y recompensa a las más fuertes. Levy invierte esta noción diciendo que en México lo que tenemos mas bien es una "creación destructiva" en la que el ambiente favorece la entrada y supervivencia de negocios débiles que obstaculizan el crecimiento de los más fuertes.

Datos duros demuestran que México tiene un número enorme y desproporcionado de pequeñas empresas que los censos en los que se basan las decisiones de gobierno infravaloran, pues excluyen la información de todas aquellas que carecen de locales fijos (como los puestos de tacos) y las de pueblos de menos de 2.500 personas. Y aún así, más del 90% de las 4.1 millones de "empresas" en el censo de 2013 tenían como máximo cinco trabajadores, y el 90% del total era informal o con empleados no asalariados.

Hace unos días, AMLO divulgó uno de sus programas estratégicos para impulsar el campo mexicano, el cual consiste en sembrar un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables, con el que se pretenden generar 400 mil empleos permanentes que permitan a igual número de campesinos trabajar donde nacieron, donde están sus familiares. Esto suena muy bien, salvo por el pequeño detalle de que la paga del jornal a estos 400 mil campesinos será a cargo del presupuesto federal, lo que hace dudar de los objetivos y sustentabilidad del proyecto, pues pareciera que se trata simplemente regalar dinero para generar una percepción masiva y efímera de progreso.

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