Ricardo Elías/ Debemos ganar todos

AutorRicardo Elías

No pertenezco a ningún partido político, y al igual que muchos mexicanos, simpatizantes o no del PAN, del PRI, o de nadie, estoy harto de vivir en un mundo pletórico de corrupción, inseguridad e impunidad.

Yo, al igual que todos los que deseamos un país de leyes, de justicia y oportunidades para todos, quiero un Gobierno honesto y confiable, que haga realidad, o al menos nos acerque más al bienestar que todos hemos soñado y que legítimamente merecemos.

Esa idea de cambio, que no es propiedad exclusiva de nadie, parece que se la ha adueñado Fox y sus seguidores, haciendo creer que sólo por medio de su persona se puede cambiar el País, y que el cambio es posible y válido sólo si es realizado por Fox. Cualquier otra manifestación intelectualmente honesta de cambio, cualquier otra promesa de mejora, es, en su perspectiva, falsa y en complicidad malévola con un PRI corrupto y mentiroso.

Quien no apoye o no coincida con Fox, ya ni siquiera con el PAN, es considerado como una persona corrupta, o un parásito del sistema que no desea sacar de la pobreza extrema a millones de mexicanos.

Cualquier persona que milite, o simplemente simpatice con otro candidato y no decline en favor de Fox, es un freno para el cambio, un obstáculo para sacar al PRI de Los Pinos y a todo el País de las manos de la bola de corruptos que lo han manejado durante tantos años.

Habemos mexicanos que, sin coincidir plenamente con Fox, o con Labastida o con nadie, creemos que existen personas en todos los partidos, inclusive en el PRI a pesar de la pésima imagen que tiene, capaces de conducir con honestidad y capacidad los destinos del país, sus estados y municipios.

Son las personas de carne y hueso, y no los partidos, los que al final gobiernan. Los partidos son únicamente el vehículo que los lleva al poder.

Un partido político es un concepto abstracto, una compilación de estatutos y papeles que pocos conocen y que poco importan en el diario acontecer. Los problemas fundamentales que nos aquejan, como la corrupción y la impunidad, radican en las personas y no en los matices ideológicos de los partidos políticos que representan.

Las diferencias ideológicas de los partidos tienen cada vez menos influencia e importancia en el mundo globalizado en que vivimos. Los márgenes de maniobra y de discrecionalidad para resolver nuestras realidades económicas y sociales cada día son más estrechos.

Lo importante es que se resuelvan los problemas y no quién los resuelva; lo importante no es...

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