Ricardo Elias/ Lo cortés no quita lo valiente

AutorRicardo Elias

Si bien es entendible que después del 11 de Septiembre las medidas de seguridad para el acceso a los Estados Unidos se hayan incrementado considerablemente, hay acciones y actitudes por parte del personal de migración en las garitas fronterizas que nada tienen que ver con la seguridad ni con el control migratorio.

Hace una semana junto con mi esposa y uno de mis hijos crucé a los Estados Unidos por Tijuana, utilizando para ello la llamada garita de Otay. La persona que nos hizo el favor de recogernos en el aeropuerto de Tijuana, (otra "belleza" de la red aeroportuaria nacional y que curiosamente pertenece al mismo grupo que maneja el de Guadalajara), cuenta con uno de esos sofisticados pases que permiten pasar "al otro lado"en una línea especial de automóviles en la que prácticamente no hay colas. En esa línea el acceso es controlado por medio de un aparato que se coloca en el parabrisas del automóvil y que al cruzar es detectado por los sistemas de inmigración permitiendo el paso sin mayores cuestionamientos o revisiones. Estos pases son utilizados por las personas que requieren cruzar diariamente de un lado de la frontera al otro, normalmente por motivos de trabajo.

Para obtener uno de estos pases, las autoridades de migración hacen una profunda investigación del solicitante y su uso requiere el seguimiento estricto de una serie de reglas que se explican en cursos de orientación que para el efecto se imparten.

La violación de alguna disposición se traduce en una anotación en el expediente del usuario. Las reglas establecidas sólo permiten una falta. A la segunda falta el pase es retirado. Una de las reglas de esa línea especial de cruce, es que dentro del vehículo del poseedor del pase, sólo pueden viajar la o las personas autorizadas para ello, por lo tanto no pueden transportar a ningún pasajero ni sus pertenencias. Si así quisieran hacerlo, deben hacerlo a través de las líneas de automóviles que todo mundo utiliza, y en las que se hacen colas a veces de varias horas.

En esa ocasión, dado que había una cola de más de 200 automóviles por línea y que los dueños del automóvil contaban con el famoso pase, decidimos cruzar nosotros a pie, y ellos nos esperarían del otro lado.

Para ello, y con el objeto de cumplir fielmente las disposiciones al respecto, bajamos del auto nuestro equipaje y lo llevamos con nosotros. Yo necesitaba pedir un permiso especial para ir hasta la ciudad de Los Angeles, para lo cual nos dieron un papelito anaranjado y...

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