Ricardo Sada/ El celibato

AutorRicardo Sada

En la clase de música de la primaria tenía un compañero que aprendió muy rápido las notas musicales pero, por alguna razón, confundía siempre el símbolo de la clave de sol y el de la clave de fa.

Como es lógico, cuando el profesor le enseñaba una partitura y le pedía que leyera las notas, su respuesta era rápida y segura, pero totalmente equivocada por el error inicial al leer la clave.

Todo tiene su contexto propio y si no queremos andar fuera de la realidad más nos vale considerar cada manifestación de la vida en el contexto que le corresponde.

En estas semanas hemos escuchado hablar profusamente del tema del sacerdocio y los errores de los sacerdotes. En toda la polémica ha estado presente el tema del celibato como el presunto culpable de desequilibrios, errores, frustraciones y cuitas de los sacerdotes. Se han levantado algunas voces pidiendo el fin de esta práctica por considerarla anacrónica en algunos casos y, en los más, contraria a la naturaleza humana.

Ciertamente, si nos asomamos al sacerdocio desde un punto de vista meramente humano, no deja de ser una profesión como otra cualquiera y tiene mucha semejanza con la de aquellos que dedican su vida a luchar por los derechos de los demás o a socorrerlos en sus necesidades de todo tipo.

En un contexto así, el celibato no tiene pies ni cabeza. Pero no debemos olvidar que el contexto propio del sacerdocio -y por tanto del celibato- no es meramente humano, sino que tiene una componente sobrenatural que no se puede dejar a un lado. El que elige el sacerdocio, y el celibato que le va unido, lo hace basado en la llamada de un Dios en el que cree. Quizá si respetamos ese contexto sobrenatural nos resultará más fácil entender las razones profundas por las que la autoridad de la Iglesia debe mantener el celibato.

El sacerdote es una presencia en el mundo del amor indiviso de Dios. De un amor que es disponibilidad sin condiciones, que se entrega totalmente a cada uno; que está comprometido con todos en lo personal, pero con en nadie en exclusividad. El testimonio del sacerdote célibe es un recordatorio para los hombres de las realidades últimas de la vida: venimos de Dios, caminamos hacia El y hacia la eternidad.

Se ha acusado en estos días al celibato de ir contra la naturaleza humana porque trunca la vocación que todo ser humano tiene al amor. Yo diría que el ser humano está llamado al amor por su propia naturaleza, es cierto. Pero no es menos cierto que esa llamada se puede realizar de...

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