La revolución del silencio

AutorBruno H. Piché

En una entrevista concedida en 1981 por el coreógrafo Merce Cunningham y por John Cage, de quien este mes se celebra el centenario de su nacimiento, el compositor respondía a las preguntas acerca del arte de combinar dos disciplinas, la danza y la música, con una respuesta no menos recurrente en otras entrevistas y en sus propias reflexiones acerca del arte: el papel más bien irrelevante de las ideas en común acerca de la música y la danza y la importancia de la creación de espacios abiertos en los cuales ambas formas de arte pudieran encontrar su libre y simple cauce y afectar, en las formas más inesperadas, las actividades de la vida cotidiana. Las respuestas de Cage se remontaban a sus inicios como compositor en los 30, en las clases que había cursado con Arnold Schoenberg en la UCLA y sus primeros intentos por encontrar alternativas a las convenciones de la música clásica o "culta".

Desde la temprana concepción de Cage, que en realidad terminó por tornarse en una auténtica revolución conceptual que alcanzó las fibras nerviosas de otras disciplinas artísticas, más que la música tal como se había concebido hasta entonces, resultaban más interesantes los ruidos y caóticos sonidos de la ciudad: ellos y no las notas musicales que tocaban los estudiantes en un conservatorio, impactaban y creaban el espacio a partir del cual el arte cumplía una función elemental frente a la cual habíamos permanecido ciegos, mudos y sordos: transformar la vida, y con ella las nociones de tiempo, distancia, espacio, cambio y permanencia, silencio o, mejor dicho, la inexistencia del silencio.

En 1951 Cage visitó la cámara anecoica de la Universidad de Harvard, un sitio acondicionado para absorber las ondas sonoras sin reflejarlas, e intentó lo imposible: escuchar el silencio. No lo logró. Escuchó, en cambio, dos sonidos, uno agudo y otro grave. El ingeniero a cargo de la cámara le explicó: "El sonido agudo era tu sistema nervioso en operación. El sonido grave era la circulación en tu torrente sanguíneo". El fallido intento y la larga historia de una obsesión con el silencio devinieron en la composición de su más célebre pieza experimental, 4'33".

En su monumental historia de la música del siglo 20, The Rest is Silence, Alex Ross ubica precisamente en el verano y otoño de 1952 el periodo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR