Revolución cubana: Las andanzas de Fidel en México

AutorMariana Fuentes

En 1955, Antonio del Conde era un joven de 29 años que trabajaba en la armería de su padre. Una tarde de julio, entró a la tienda un individuo alto, de traje, con el cabello y el bigote bien recortados. Su nombre era Fidel Castro. Después de una breve plática, Antonio del Conde se puso a sus órdenes:

"Señor, no sé quién es usted, pero yo lo ayudo".

Castro solicitó unas piezas para rifles belgas, petición que le pareció extraña a Del Conde, pues se trataba de piezas poco comunes. Sin embargo, según recuerda hoy, a sus 75 años, la personalidad del visitante le impactó tanto que decidió ayudarlo sin vacilar.

Del Conde vive ahora en Chimalistac con su compañera, dos de sus hijos, 12 palomas, ocho gatos y dos perros. Aún no se explica cómo a los pocos segundos de haber conocido a Fidel ya se había puesto a sus órdenes. Utilizando nombres falsos y concertando citas en distintos puntos de la ciudad, estos dos hombres iniciaron la compra de armas para el levantamiento.

Fidel se hacía llamar por su segundo nombre, Alejandro. Y Antonio se convirtió pronto en El Cuate, pues a Fidel le hacía gracia cómo hablaba siempre de sus relaciones: "Yo conozco a un cuate que, yo tengo un cuate que...". Además de las gestiones secretas para comprar armamento, El Cuate enseñaba a Fidel a mejorar sus habilidades como tirador. "En aquel momento me consideraba un experto. Le daba consejos en el uso de la pistola y la armería telescópica".

En su casa, Del Conde tenía un stand de tiro donde Fidel practicaba. "El Comandante llegaba muy temprano, incluso algunas veces el ruido de los disparos me despertaba", recuerda El Cuate, mientras cierra sus ojos azules a la vez que se talla la cara.

El Cuate estuvo en la cárcel dos veces. En la primera, la policía ignoraba que Antonio y El Cuate eran la misma persona, de modo que no pudieron probar su relación con los cubanos. En la segunda, una vez concluida la Revolución, El Cuate seguía mandando armas y cartuchos vía Miami. Fue sentenciado a cinco años de prisión por contrabando de armas en Estados Unidos. Estuvo preso en una cárcel en la frontera entre Texas y Arkansas. "Solo cumplí 11 meses y días. Salí por gestiones directas de Fidel".

De la lucha libre a la revolucionaria

Antonio del Conde jugaría un papel clave en la salida de los cubanos hacia la isla. Pero eso iba a tardar todavía varios meses. Los futuros guerrilleros estaban repartidos en varias casas y departamentos de la ciudad.

Una de esas casas era la de Arsacio Vanegas, antiguo luchador de los tiempos de El Santo. Una de las glorias del Kid Vanegas fue la de luchar contra Blue Demon; otra, la de enseñar defensa personal a Fidel y hospedar al Che Guevara, Raúl Castro y otra veintena de revolucionarios; una más, la de imprimir en su propio taller el primer y segundo manifiestos del Movimiento 26 de Julio.

El hogar de la familia Vanegas en la colonia Morelos está lleno de recuerdos. Joaquina e Irma Vanegas tenían un poco más de 30 años cuando su hermano Arsacio llevó a sus amigos cubanos a vivir a la casa familiar. El catre donde dormía Fidel y la máquina de coser con la que elaboraron cananas y capas de agua ya están en un museo de La Habana, pero las hermanas Vanegas ostentan aún con orgullo una camisa de Fidel y la mochila del Che.

Fue a través de María Antonia, una mujer isleña casada con un luchador de lucha libre, que Arsacio entró en contacto con Fidel y decidió ayudarlo. María Antonia vivía en la colonia Tabacalera, en la calle Emparan 49, y recibía en su domicilio toda la correspondencia de los futuros guerrilleros.

Vanegas, a quien Fidel apodaba El Gordo por sus enormes brazos, cara ancha y complexión robusta, llevaba a los cubanos a correr a lo largo de Insurgentes, a...

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