La revolución bohemia

AutorFlorencia Podestá

Hasta hace algunos años Palermo era el arquetipo del barrio porteño pintado en los tangos. Fue llamado afectuosamente "Palermo Viejo", por su estilo de barrio antiguo y bohemio, de perfil bajo, con hermosas casas que evocaban glorias pasadas.

Calles tranquilas, algunas fachadas estilo art nouveau de casas suntuosas construidas a principios del siglo 20 para una sola familia, que con el tiempo se fueron dividiendo en apartamentos.

Escaleras de mármol, puertas de hierro y cristal que nos conducían a largos pasillos y al fondo un patio florido y perezoso. Vecinos en la calle tomando mate bajo los jacarandás (como se dice en el sur) y viendo pasar a la gente, y alguna cantina, conocida por los del barrio, donde comer comida casera en un ambiente familiar.

Pero de repente se sacudió Buenos Aires. En 2001 llegó la crisis, la devaluación, y un fenómeno de doble filo.

Por un lado, los productos importados casi desaparecieron, y mucha gente quedó desocupada. Por otro, esto dio origen a una movida de gente joven que comenzó a producir "arte y diseño nacional", y a venderlo por fuera de los circuitos comerciales tradicionales.

Por ser un barrio de tradición bohemia y en ese entonces barato, muchos jóvenes artistas vivían o tenían sus talleres aquí. Comenzaron a organizarse ferias de diseño "de autor" en espacios industriales abandonados, antiguos almacenes ferroviarios de los que abundan en Palermo, bares y plazas públicas.

Poco a poco, aquel barrio antiguo se fue convirtiendo en el epicentro de una movida alternativa e independiente de creadores, consumidores, diseñadores de vanguardia y gente "fashion".

Lo que había comenzado como tendencia marginal comenzó a establecerse como la cresta de la ola de la moda, el estilo y la nueva escena cultural de Buenos Aires.

Palermo Soho

De tal magnitud fue el cambio que, al comienzo en broma, los porteños comenzaron a apodar al nuevo Palermo como "Palermo Soho", en honor a su espíritu vanguardista y chic, émulo del Soho neoyorkino.

El apodo quedó y la prosperidad atrajo más prosperidad. Alrededor de las ferias y eventos culturales comenzaron a aparecer nuevos restaurantes, bares, teatros, hoteles-boutique y galerías de arte y diseño.

Los porteños todavía se sorprenden cuando al caminar por una de las arboladas callecitas palermitanas encuentran en la misma cuadra un restaurante japonés, thai, naturista e italiano, todos exquisitos, gourmet y "con onda".

Los nostálgicos recuerdan al viejo almacén-cantina, el...

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