Revisa una muestra experimentos nazis

AutorYaotzin Botello

REFORMA/Especial

BERLÍN.- Después de casi 60 años de haber sido liberados, los campos de concentración siguen revelando misterios y el de las afueras de Berlín, Sachsenhausen, exhibe una exposición en la que se revisan los experimentos criminales que en él fueron hechos.

Medicina y crimen, la enfermería del campo de concentración Sachsenhausen es el título con el que quedaron bautizadas las dos barracas que en tiempos del Nacionalsocialismo fueron ocupadas para atender a los enfermos y experimentar en ellos los efectos de enfermedades y contagios entonces poco conocidos.

Ahí, bajo supervisión de generales de la SS (la policía de Hitler) se realizaron experimentos en prisioneros, judíos en su mayoría, con fines militares, bacteriológicos y farmacéuticos; entre los cuales estaban exponerlos a gas mostaza, inyectarlos con hepatitis, castrarlos o drogarlos con cocaína y pervitina para aumentar su rendimiento.

"Los crímenes que cometió el Nacionalsocialismo no se han olvidado. Hay muchos ciudadanos que se oponen al olvido y que se han mantenido despiertos para conocer los crímenes de los nazis y después transmitirlos. A cada generación se le debe transmitir y regenerar el conocimiento sobre esos crímenes cometidos y las víctimas que los sufrieron y esto aplica particularmente a las generaciones que ya no tienen nada que ver directamente con el horror de la guerra", comentó Ulla Schmidt, la Ministra de Salud y Seguridad Social de Alemania.

En Medicina y crimen se reúnen unas mil obras consistentes en testimonios de sobrevivientes, fotos, documentos sobre los procesos médicos y objetos que habían coleccionado tanto familiares de víctimas como los mismos sobrevivientes; todo con el propósito de hacer un examen más profundo sobre el funcionamiento de este campo, que comenzó en 1936.

"La mejor obra de arte de esta exposición son las dos barracas originales de la enfermería, no sólo por todo el significado que cargan, sino por el proceso de restauración que llevaron desde 1996, donde se invirtió más de 4 millones de euros", señaló Günter Morsch, director del memorial y uno de los dos curadores de la exposición.

En dichas barracas, los nazis querían averiguar los efectos del gas mostaza en caso de un ataque del enemigo. Así, exponían a grupos de prisioneros a este agente irritante también llamado mostaza azufrada. Dejaban que los escogidos tuvieran todos los síntomas en ciertas áreas de la piel que semana tras semana les iban cortando para analizarlas.

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