A reunirse con las ánimas

AutorPatricia Miranda

Llegó la época en la que se honra a quienes ya emprendieron su última travesía. Esa que no tendría retorno, de no ser porque una tradición le otorga a los pasajeros del más allá, un boleto que les permite regresar, año con año, a trasnochar con sus seres queridos.

Tan colmado de significado y colorido es el Día de Muertos en el País, que desde 2003 forma parte de la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO; aunque el festejo viene de antaño.

Aguardar por el retorno de las ánimas de los difuntos, que fugazmente se escapan al mundo de los vivos, es quizá una de las celebraciones más esperadas por los mexicanos. Pero este año, debido a la pandemia, más vale no salir a retar a la huesuda.

La ida al camposanto tendrá que esperar. Es tiempo de optar por un ritual más íntimo.

Hay que preparar aquellos guisos que hacían salivar a nuestros finados y colocarlos en una ofrenda.

En los también llamados altares no deben faltar las fotos de los difuntos y sus objetos favoritos, para que el recuerdo triunfe sobre el olvido.

Es necesario hacerle un espacio a la calabaza en tacha, al pan de muerto y a la algarabía desbordada en papel picado. Que no falten las servilletas bordadas, las calaveritas y dulces de alfeñique, los frutos, las flores de terciopelo, el mezcal, el tequila o aquel otro destilado que provocaba en nuestro muertito sonrisas.

Se dice que el aroma a copal en el sahumerio purifica y las veladoras iluminan el camino de las almas.

Los montoncitos de sal ayudan a que el cuerpo no se corrompa y los pétalos de cempasúchil guían hacia...

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