Responsabilidad humana

AutorAdrián Fernández Bremauntz

Investigador miembro de Latin American Regional Climate Initiative.

Durante las últimas dos décadas se vienen presentando en todo el mundo un gran número de desastres naturales causados por fenómenos hidrometeorológicos de una intensidad que parece ser cada vez mayor. Año con año se rompen records históricos de las mayores inundaciones, sequías, incendios de que se tenga registro en más de un siglo. Si bien no es posible afirmar categóricamente que todos estos fenómenos tienen una causalidad directa en el cambio climático, la tendencia y correlación es abrumadora.

Hoy se sabe con mucha certeza que hace unos 200 años, antes de la Revolución Industrial, la atmósfera de nuestro planeta tenía una concentración de bióxido de carbono (CO2) de alrededor de 285 partes por millón (ppm). En 1959, primer año de operación de la estación de monitoreo continuo de CO2 más antigua del mundo, se registró una concentración de 316 ppm y en este 2013 se ha alcanzado ya en algunas latitudes la emblemática y preocupante cifra de 400 ppm.

Como consecuencia, la temperatura promedio de la atmósfera de nuestro planeta se ha incrementado ya en cerca de 1 grado centígrado. Con el incremento de la temperatura se propician condiciones mucho más favorables para la formación de tormentas tropicales y huracanes cada vez más intensos. Se estima que si continúan la deforestación y la quema de combustibles fósiles, antes del 2030 habremos rebasado las 450 ppm de concentraciones de CO2 y la temperatura promedio habrá aumentado probablemente más de 2 grados. De ahí en adelante los impactos del cambio climático serán de tal magnitud que atentarán más y más contra la posibilidad de mantener los sistemas productivos, económicos, sociales y ambientales como los conocemos hoy en día.

Cada vez que ocurre en México un desastre natural que causa grandes impactos -como la tormenta tropical Manuel- surge la pregunta de hasta dónde pudieron haberse evitado estos daños.

En primer lugar, es importante separar la vulnerabilidad inducida o antropogénica de la "nueva" vulnerabilidad que podemos vincular con el cambio climático.

Desde hace décadas se vienen estableciendo colonias, poblados y ciudades enteras en zonas donde es ya sabido y demostrado que hay un alto riesgo de sufrir, tarde o temprano, impactos por algún desastre "natural". Por ejemplo, debido a una pobre planificación de los usos del suelo, por desconocimiento, por negligencia y/o por corrupción entre actores gubernamentales...

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