Al resguardo de la sierra

AutorAnaline Cedillo

Foto: Iván Serna

TAPIJULAPA, Tabasco.- Después de nadar en pozas refrescantes junto a las cascadas ubicadas en el Parque Natural Villa Luz, de descender hacia las cuevas y caminar entre flores silvestres, con ese peculiar cansancio que sólo regala el hacer ejercicio, al fin llega la hora de disfrutar de Tapijulapa.

Las fachadas pintorescas de este Pueblo Mágico, de color rojo con blanco y balcones floreados, pronto enamoran, especialmente a quienes son fanáticos de los rincones tranquilos, de esos donde parece que es más fácil entablar una conversación con cualquier extraño.

Por sus calles empedradas transita uno que otro auto. A los costados de las mismas se ven escaleras que conducen a las puertas de algunas casas.

La caminata hacia el centro es cuesta arriba, pues el pueblo descansa sobre un cerro.

La vista más bonita de sus techos a dos aguas, recubiertos de tejas, se encuentra a las afueras del templo dedicado a Santiago Apóstol, el cual data del siglo 17. La iglesia está en el punto más alto de la localidad y se trata de uno de los atributos que convirtieron a Tapijulapa -en 2010- en el primero (y por ahora único) Pueblo Mágico tabasqueño.

PURO SABOR

A pocos pasos del jardín principal esperan las mesas de La Cocina de Garrido, un restaurante especializado en sabores típicos tabasqueños.

Para aplacar el calor -que usualmente rebasa los 30 grados durante el día-, lo primero que llega a la mesa son jarras de agua de matalí (de color fucsia brillante y preparada con esa planta herbácea) y de pozol (una mezcla de masa de maíz, agua y cacao). Luego, el desfile de sabores arranca con un totoposte

preparado, que consiste en una tortilla de maíz delgada, con frijoles, carne y salsa de chile amashito. Algo así como la versión tabasqueña de las tlayudas.

Los de buen diente querrán probar el mone de cerdo, un guiso tradicional cocido en hojas de plátano y momo, también conocida como hoja santa.

RECUERDOS DE ESTA TIERRA

Antes de volver a Villahermosa, el grupo se dispersa para dar una breve caminata por el encantador pueblo.

En las bancas que hay alrededor del quiosco, justo en el jardín principal, varios jóvenes platican sin prisa. Al mismo tiempo, amables artesanas ofrecen coloridos aretes, collares y pulseras.

Pronto se descubre algo más de la singularidad de Tapijulapa: mecedoras, canastos, abanicos...

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