Al rescate de tu autoestima

AutorPaloma Villanueva

Vivir con desinterés y falta de entusiasmo, pensar que somos incapaces de lograr algo, tolerar relaciones abusivas y violentas e incluso sentirnos superiores a los demás, pueden ser manifestaciones de baja autoestima.

Para Gabriela Turrent, doctora en clínica psicoanalítica y catedrática del Centro Eleia, la autoestima actúa como unos lentes con los que la persona mira al mundo.

"Cuando es baja, el mundo se torna gris, todo parece más difícil y menos disfrutable", señala.

La autoestima se alimenta con las percepciones, sentimientos y pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos, nuestro carácter y recursos intelectuales y físicos.

Afecta la forma en que nos relacionamos, pensamos y actuamos.

Fayne Esquivel, doctora en psicología clínica y catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM, explica que una persona con baja autoestima sufre desesperanza, desinterés, tristeza y falta de entusiasmo.

"Manifiestan mucha inseguridad en lo que hacen. Se autolimitan, se sienten incapaces de alcanzar sus metas y siempre están comparándose con los demás.

"También son propensos a basar su valía en lo que tienen y no en lo que son. Por eso están todo el tiempo recriminándose que no tienen un carro último modelo, además son más propensos a tolerar relaciones abusivas y violentas", detalla.

Agrega que las personas con baja autoestima también pueden actuar sobrevalorando sus capacidades y sintiéndose por encima de los demás. Son muy críticos y exigen que los otros sean perfectos, pero tras esa apariencia ocultan inseguridad y rechazo hacia sí mismos.

Origen familiar

La autoestima de un individuo se forma en la infancia, señalan las psicólogas, y depende de la retroalimentación que el pequeño recibe por parte de sus padres y sus hermanos.

"Por eso es tan importante establecer un clima de aceptación de las diferencias y respeto por cada uno de los miembros", destaca Gabriela Turrent.

La psicóloga subraya la importan- cia de reconocer logros y capacidades de los niños pero sin idealizarlos ni crearles falsas expectativas.

"No es lo mismo decir: 'Qué bien escribes', a decir: 'Nadie en el mundo ha tenido la letra que tú tienes'".

Los papás deben ayudar a los pequeños a reconocer sus errores, pero sin hacer juicios para que comprendan que todos somos imperfectos, tenemos dificultades y fallas y no debemos avergonzarnos por eso.

"Es primordial mostrarles que no tienen que ser perfectos para ser dignos de ser amados. De eso depende que ellos puedan aceptarse".

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