Repudian ataques a la Santa Muerte

AutorMartha Martínez

En este altar no hay vírgenes, sólo una imagen de sonrisa tétrica y manos descarnadas que del lado derecho sostiene una guadaña, y en el izquierdo, el mundo. Ante ella acuden ancianos, niños, madres con hijos en brazos y hombres corpulentos ataviados con tatuajes, camisas de manga corta, pantalones holgados y cadenas de oro.

Algunos fuman cigarros que compraron en la tienda de al lado, otros, los churros de marihuana que prepararon mientras esperaban su turno para acercarse a "La Niña Blanca", como también le llaman. En lo que esperan, dirigen hacia sus propias imágenes el humo que exhalan de la boca, esto las purifica, dicen.

La fila es larga y parece no terminar, conforme avanza la mañana más gente se incorpora a ella; así será hasta las ocho de la noche cuando el maestro de ceremonias comience el rosario.

En las manos los devotos llevan manzanas rojas, veladoras, rosas, botellas de tequila e imágenes de "La Flaquita"; esperan dejar sus ofrendas a los pies de la estatua de casi dos metros para agradecerle algún favor concedido. El altar se llena poco a poco mientras la señora Enriqueta Romero, guardiana de la imagen, solicita apresurar las oraciones porque el lugar no se da abasto.

Es la Santa Muerte de Alfarería 12, en Tepito, en el Distrito Federal, el primer altar de esta religión que vio la luz de la calle hace ocho años y gracias al cual los seguidores de este culto los popularizaron hasta contarse por cientos.

De acuerdo con el antropólogo danés Regnar Kristensen, cada primer día de mes acuden a este lugar alrededor de 7 mil devotos a solicitar favores, agradecer aquellos que consideran concedidos o simplemente rezarle a su deidad.

Creencia ligada a la delincuencia

El de la Santa Muerte es hoy uno de los cultos más polémicos del país, no sólo por la fisonomía descarnada que veneran miles de fieles, sino porque esta devoción se extendió principalmente en barrios y estados identificados con altos índices de marginación, inseguridad o consumo de drogas.

Aunque no hay datos exactos, se cree que en el país existen mil 500 altares; Kristensen sostiene que al menos 300 se encuentran en el Distrito Federal, en barrios como Tepito, San Antonio Tomatlán, Peralvillo, San Juan de Aragón, la colonia Barrio Gómez y Martín Carrera. En el interior del país los altares se localizan principalmente en Tijuana, Nuevo Laredo, Oaxaca, Puebla, Chihuahua e Hidalgo.

Entre los devotos a este culto se pueden observar amas de casa, choferes, albañiles, ancianos y vendedores ambulantes, pero también a personas ligadas a actividades ilícitas como el narcotráfico, el secuestro y la delincuencia en general.

Los lugares en donde se rinde culto, el perfil de los devotos y los altares encontrados a importantes delincuentes al momento de su detención -como en el caso de Daniel Arizmendi, alias El Mochaorejas- han llevado a algunas autoridades a considerar esta creencia como una expresión de la...

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