República Dominicana: Oasis de arena

AutorMario Abner Colina

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PUNTA RUCIA.- "Ya te lo decía yo, sube la marea. Voy pa' Cayo Arena de cualquier manera", canta Juan Luis Guerra, y tiene razón.

En Cayo Arena, la marea lo define todo. Se trata de un islote en el Atlántico, frente a las playas de Punta Rucia, que se encoge y agranda según el nivel del mar.

A veces tímido, a veces no, se alza sobre aguas que se debaten entre el turquesa, el cian y el azul rey.

Lleno de blancas arenas, puede tener una extensión de unos 12 metros o pasar de los 20. No hay nada que acredite su tamaño real.

Cayo Arena comenzó a ser explotado turísticamente hace más de 20 años y hoy es uno de los recorridos obligados si se visita el norte de República Dominicana.

Para llegar a él, hay que subirse muy temprano a una lancha desde Punta Rucia, un pequeño pueblo de pescadores a 100 kilómetros de Puerto Plata, el segundo destino más importante del país tras Punta Cana.

Luego, viajar bamboleándose por el oleaje del océano Atlántico hasta encontrarse con esa postal que parece ser una alucinación: un oasis de arena, una islita perdida entre tanta agua.

Muchos abren y cierran los ojos para convencerse de que es real.

Al llegar, el mar es tan cristalino que si se mira hacia abajo pueden verse los pies sin dificultad. Parece una piscina.

Aquí no hay mucho qué hacer. Es la belleza de lo simple. La gente, en diminutos trajes de baño, se baña en el mar, juguetea con sus parejas pone a prueba la resistencia contra el agua de sus celulares disparando fotos aquí y allá.

La única protección contra los fieros rayos de sol que caen sobre el país antillano son algunas palapitas, donde los visitantes guardan sus pertenencias: hay bebidas, tragos, sandía para picar, visores y aletas.

Porque Cayo Arena es, también, un islote de coral y, por ende refugio de miles de peces multicolores. El esnórquel es algo que no hay que perderse. Son suficientes unas pocas pataleadas para ver la variedad de la vida marina.

Los guías invitan a atraerlos con pedacitos de sándwich de jamón y queso, y a demorarse horas apreciando cada detalle de los corales.

Mientras pasa el tiempo, la marea crece y va cubriendo el cayo más y más. Lo mejor es montarse de nuevo a la lancha y abandonar este paraíso.

Ojo con los manatíes

Antes de visitar Cayo Arena, o después, vale la pena hacer un recorrido por los manglares rojos de las costas de la zona. Las lanchas pueden adentrarse en los pasajes acuáticos y los mangles se estrechan tanto que se pueden tocar con las manos por...

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