Remueve Aguirre la maldición maya

AutorOscar Cid de León

Profanar las moradas de los dioses mayas del inframundo trae consigo un justo castigo: horror y muerte a los sacrílegos y su estirpe.

La cruz maya, última novela de Eugenio Aguirre (Ciudad de México, 1944), guarda esa hipótesis, y parte de las exploraciones verídicas que dieron a conocer al mundo, a mediados del siglo 19, 44 asentamientos prehispánicos de la península de Yucatán, entre los que destacan Uxmal, Chichén Itzá y Tulum.

Existía en aquella época gran inquietud por estudiar y entender las culturas mesoamericanas, recuerda Aguirre en entrevista, pero también un gran desconocimiento, y fue entonces que los saqueadores no previeron que con su actuar despertaban la maldición.

Los exploradores de esta historia, John L. Stephens, Frederick Catherwood y Samuel Cabot, no son personajes ficticios, y su destino de consternación y muerte, luego de su paso por la península en 1840, guarda dejos malditos, advierte el escritor.

"Ésta es una novela hecha a caballo entre realidad y ficción", señala el también autor de El rumor que llegó del mar.

Aguirre no es un hombre de supersticiones, pero siendo novelista le es difícil no ligar la muerte de Stephens, en un naufragio, y la de Catherwood, de malaria, a un posible castigo divino.

Además, en 1842 los exploradores debieron exponer en Nueva York su serie de hallazgos prehispánicos, entre los cuales se enumeraban estelas, esculturas y vasijas, recuerda.

Agrega que para dicha muestra estaban convocadas personalidades como Edgar Allan Poe y Walt Whitman, pero una noche antes, sin explicación alguna, el edificio se incendió y las piezas se quemaron.

"Yo no soy supersticioso, pero sí creo en las realidades paralelas", señala quien junto al escritor Paco Ignacio Taibo II presentará La cruz maya el 3 diciembre en la Feria del Libro de Guadalajara (FIL).

Los occidentalizados, explica, ven la realidad de manera plana, pero en las culturas mesoamericanas una segunda realidad, la del mundo de los muertos, estaba presente en la vida diaria. "Su relación con la muerte es muy distinta que la nuestra. Para ellos la muerte es simplemente otra realidad en donde se permanece 'vivo', por decirlo de alguna forma.

"Esa gente, no contaminada por la 'civilización', cree en ese otro escenario, y eso es tan fácil de creer como de no creerlo", destaca.

El vínculo entre las dos realidades es la cruz parlante de los mayas...

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