Relicario/ Religión cívica

AutorAlejandro Rosas

Hizo de la historia un manual para su vida cotidiana. El hombre de Coahuila era prácticamente una "enciclopedia aplicada de historia de México", según su fiel colaborador Luis Cabrera. El momento histórico que tocaba las fibras más sensibles y profundas de su pensamiento fue, sin lugar a dudas, la "gran década nacional" (1857-1867), periodo en el que la Reforma había sido fundamental para la consolidación del Estado mexicano. Así lo concebía don Venustiano Carranza, quien encontró en la figura de Benito Juárez su alter ego.

Desde que tomó las riendas de la revolución Constitucionalista, Carranza se vio a sí mismo como el nuevo Juárez. Ejercía el poder como el propio don Benito. Como el hombre de Oaxaca, con sus amigos se mostraba frío e impasible, frente a sus enemigos implacable. Lo movía la historia y el sentido de sus decisiones sólo tenía lógica a la luz de su profundo conocimiento del pasado.

Una de las medidas adoptadas por el Primer Jefe fue poner en vigor la añeja ley del 25 de enero de 1862, con la que habían sido juzgados Maximiliano, Miramón y Mejía en 1867, y todos aquellos hombres que prestaron servicios a la Intervención Francesa y al Imperio. En 1913, Carranza la utilizó para combatir a los enemigos de la revolución.

Cuando los revolucionarios comenzaron a devorarse entre sí, a partir de noviembre de 1914, el Primer Jefe siguió las enseñanzas de Juárez y marchó a Veracruz -como lo hizo don Benito durante la guerra de Reforma.

Luego de la victoria del constitucionalismo...

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