Relicario / ¿Palabra de Dios?

AutorAlejandro Rosas

El problema de fondo no era que los miembros de la alta jerarquía católica no pudieran expresar libremente sus ideas, lo grave del asunto era que, al hacerlo, sus palabras se transformaban en puras tonterías. Lejos se encontraba el clero de presumir una opinión versada sobre la política nacional, su complicidad con el régimen en el poder lo había subordinado hasta encontrar un modus vivendi conveniente y benéfico para la Iglesia y el Gobierno.

En el mejor de los casos, la voz de los obispos se mostraba sesgada, cuando no mal informada o terriblemente parcial. En su terrible ceguera sólo podían ver el rostro casi iluminado de don Porfirio, pero no la profunda desigualdad de la sociedad mexicana. El clero temía que un cambio de régimen diera al traste con la extraordinaria relación sostenida con el Gobierno porfirista y de paso tocara sus intereses. Por si fuera poco, la revolución comenzada en noviembre de 1910 estaba acaudillada por un hereje espiritista y no por un católico.

En abril de 1911, Ramón López Velarde criticó severamente la opinión vertida por la alta jerarquía católica sobre la Revolución Mexicana. "Por desgracia, los obispos que hasta ahora han hecho declaraciones, en vez de mantenerse en un campo neutral, ya que el movimiento encabezado por el señor Madero en nada afecta al catolicismo de un modo desfavorable, se han supeditado al Gobierno, con la más lamentable de las parcialidades.

"No quiero hablar del señor Valdespino, obispo de Sonora, de quien jamás tuve buena opinión en lo relativo a sus...

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