Relicario / En la víspera de navidad

AutorAlejandro Rosas

Su estrella se apagaba lentamente. Sombras macabras parecían cernirse sobre su persona que había visto sus mejores tiempos en 1812 al romper el sitio de Cuautla y dejar con un palmo de narices a Félix María Calleja. El infortunio se había apoderado del campamento insurgente del generalísimo José María Morelos desde 1814. Sus dos principales hombres, Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana estaban muertos. Iturbide lo había despedazado en Valladolid y hasta el propio Congreso al que juró defender se convirtió en un obstáculo para sus campañas militares.

Su ánimo había menguado. Temiendo un futuro similar al de sus lugartenientes, Morelos decidió no exponer más a su hijo Juan Nepomuceno Almonte -que lo acompañó en el sitio de Cuautla y otras batallas- y en 1815 lo envió a Estados Unidos. No lo volvió a ver. El 5 de noviembre, en el poblado de Temalaca, Morelos, cayó en manos de los realistas. De inmediato fue trasladado a Tlalpan y el 22 de noviembre llegó a la Ciudad de México. Se le confinó en las cárceles de la Perpetua.

Los inquisidores se solazaron con el cura de Carácuaro. Arremetieron contra su voluntad y finalmente doblaron su carácter. Fue acusado de traición al rey y "mucho más traidor a Dios". Del 25 al 27 de noviembre de 1815 el tribunal juzgó al insurgente y lo condujo al extremo de la humillación al degradarlo en un auto público de fe: "Luego que se terminó la lectura de la causa -escribió Lucas Alamán-, el inquisidor decano hizo que el reo abjurase de sus errores e hiciese la protesta de la fe, procediendo a la reconciliación, recibiendo el...

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