Relicario / El mito de un dictador

AutorAlejandro Rosas

El mito fue creado en Moscú. Así convenía a los intereses de la Unión Soviética que se levantaba victoriosa sobre la "bestia fascista", a cambio de 20 millones de personas -cifra que rebasa por mucho la capacidad de imaginación. Sólo la batalla final sobre Berlín, del 16 de abril al 2 de mayo de 1945, costó 300 mil bajas al Ejército Rojo. Para José Stalin, las pérdidas nada significaban. Lo que estaba en juego era el triunfo del comunismo sobre el nacionalsocialismo. De ahí su frase: "una muerte es lamentable, millones son sólo estadísticas".

Desde antes que se consumara la victoria sobre el nazismo, Stalin ya tenía puestos los ojos en el futuro inmediato. Para nadie era un secreto que la confrontación Este-Oeste sería la siguiente parada en la historia de la humanidad. El mundo dejaría atrás un conflicto bélico para enfrascarse en uno ideológico: capitalismo contra comunismo. De ahí que Stalin se hiciera fuerte estableciendo su dominio en los países de Europa del Este, su gran botín de guerra.

Pero entre los mitos fabricados por el Kremlin para justificar moralmente el próximo conflicto, el más rentable fue difundir el rumor de que Adolfo Hitler no sólo no había muerto en la Cancillería del Reich, sino que además había logrado escapar apoyado por las potencias occidentales. Algunas otras versiones señalaban que huyó en un avión hacia Baviera donde se entregó a los aliados; otras, que lo hizo disfrazado para llegar finalmente a Sudamérica y, una más, indicaba que Francisco Franco le dio asilo en España hasta su muerte.

El 3 de mayo de 1945, los soviéticos encontraron en la Cancillería del Reich el cadáver de un hombre con el bigote y el peinado tal y como lo usaba Hitler. Sin embargo, descartaron que fuera el dictador porque el cuerpo traía calcetines remendados. El 5 de...

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