Relicario / Indios Verdes

AutorAlejandro Rosas

"Para un partidario de la teoría darwiniana no son tan feos. Son más humanos que un gorila, pero tampoco son apolos".

Así se refirió un articulista de El Universal, el 19 de septiembre de 1891, al describir dos estatuas monumentales que, con motivo del aniversario de la Independencia, fueron colocadas en la entrada del Paseo de la Reforma frente a la estatua ecuestre de Carlos IV.

Las estatuas representaban a dos guerreros aztecas -se dijo que eran los reyes Izcóatl y Ahuízotl- y fueron realizadas por el artista Alejandro Casarín. Alcanzaban casi los seis metros de altura y con el tiempo fueron conocidos como los Indios Verdes, debido a que el bronce con que fueron realizados se oxidó.

Desde el momento en que fueron develadas, semejantes esculturas recibieron toda clase de críticas. "De aztecas sólo tiene la macana", decían los diarios; "las proporciones de los miembros pecan contra las leyes anatómicas", señalaban otros.

Algunos más sugerían que fuesen fundidas para hacer candelabros que pudieran ser utilizados en las oficinas de gobierno. Pocos periódicos intentaron defender lo que parecía indefendible.

"No nos atrevemos a decir que las referidas estatuas puedan compararse con las obras de Praxiteles y de Fidias -señalaba El Siglo Diez y Nueve en su edición del 29 de septiembre de 1891-, pues aunque no conocemos la Venus ni el Júpiter, que tanta fama dio a uno y otro, nos figuramos que deben haber sido obras portentosas, y hasta allí no llegan nuestros guerreros. Pero tampoco nos parecen obras tan baladís que deshonren nuestro primer paseo, donde...

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