Relicario / Las aguas de Zaragoza

AutorAlejandro Rosas

El desierto se detuvo para dar paso al agua y a la vida. Al norte de Coahuila, a unos kilómetros de Piedras Negras y su frontera con Eagle Pass, se levanta silencioso el pueblo de Zaragoza. Aunque la villa de San Fernando de Austria –como fue conocido originalmente- se fundó en 1749 por decreto del virrey Francisco de Güemes y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo, fue hasta 1753 cuando se establecieron los primeros colonos en el llamado valle de las Ánimas.

El árido paisaje de Coahuila perdió terreno frente al extenso manto acuífero que se extiende en el subsuelo, lo cual favoreció el desarrollo de diversas poblaciones. No es un azar que la región fuese conocida como “Cinco manantiales”: en sus alrededores brotaba el agua fresca, pura y potable desde tiempos inmemoriales.

Los misioneros franciscanos que partían de los colegios de propaganda fide de Querétaro y Zacatecas, se internaron en el septentrión mexicano y aprovecharon las características físicas de la región de Zaragoza para establecer diversas misiones, asoladas una y otra vez, por las incursiones de los indios bárbaros de allende el Río Bravo.

Los ojos de agua que brotan en el valle permitieron el surgimiento de varias misiones: la San Ildefonso cercana a Zaragoza; la misión del Dulce Nombre de Jesús de Peyotes, la misión de San Francisco Vizarrón, así como la fundación de otros pueblos como San Pedro de Gigedo (1749) –hoy Villa Unión- llamado así para honrar al virrey Revillagigedo; la villa de San Juan de Mata, nombrada Allende desde 1832 para honrar la memoria del capitán insurgente, y la villa de Nava, fundada en 1801 por don Pedro de Nava con colonos españoles y tlaxcaltecas.

Curiosamente, uno de los hombres que tuvo mayor influencia en la región y que luchó por mayor autonomía...

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