El reino de la belleza

En su introducción a la estética del cubismo, el poeta Guillaume Apollinaire mencionaba una serie de circunstancias y relaciones cruzadas sorprendentes. Hablaba repetidas veces de pureza, de unidad esencial de la obra de arte, y esgrimía asimismo las metáforas espiritualistas de la llama y de la luz en relación con el nuevo arte cubista.

Estas categorías de pureza, elementariedad, originalidad y radicalidad expresan la voluntad de hundir la reflexión artística en las raíces mismas de la forma, el ritmo y el color, y de la comprensión general del mundo.

Todo ello es fascinante. Señala un comienzo radical del arte moderno. Una voluntad de indagar los orígenes. Señala la búsqueda de lo elemental en la expresión artística, en la construcción compositiva, en la articulación del color, la forma y también de las categorías de una nueva cultura.

Esta voluntad de los orígenes, de un comienzo nuevo, define la ruptura, el principio de lo nuevo que distingue el nacimiento de lo que llamamos arte moderno o arte de vanguardia. Define la indagación de un comienzo que no se limita, estrictamente hablando, al cubismo, el tema específico del ensayo de Apollinaire, sino que atraviesa a todas las corrientes del pensamiento y de las artes en las primeras décadas del Siglo XX, aquéllas de la gran crisis económica, política y humana de la sociedad industrial.

Quiero resaltar este momento culminante del arte moderno: su espiritualidad, su concepción no como arte religioso, sino como trascendencia artística, por utilizar un concepto filosófico anunciado por Kant y Hegel y desarrollado por el romanticismo. A este respecto debe recordarse que Apollinaire no es, ni mucho menos, el único escritor, artista o poeta moderno que ha reclamado esta dimensión espiritual. Lo hizo Gaudí en la arquitectura, algo antes, lo harían más tarde otros arquitectos como Taut o Gropius. Lo harían Kandinsky o Sch"enberg unos años más tarde. Y muchos otros.

Esta dimensión espiritual tiene una importancia central en la cultura moderna. Es preciso subrayar que no se trata en modo alguno de una actitud dogmática, ligada a creencias religiosas específicas, a iglesias o a sectas. Se reclama una espiritualidad, precisamente, fuera de los dogmas y de la falsa conciencia instaurada y controlada por las burocracias sacerdotales.

Se trata de encontrar a través de la expresión artística una energía espiritual que de hecho estas religiones "oficiales" han vaciado. El artista busca en la obra de arte la...

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