Rehabilitan con amor

LO PROBÓ todo: cigarro, alcohol, mariguana, pastillas, cocaína, cristal, inhalantes; y al mismo tiempo también lo perdió todo: su familia, su esposa, Elva Luz, y su hija Karely, de cuatro años.

José Antonio Jiménez nunca imaginó que comenzó a escribir su destino a los 15 años, cuando sus amigos de la calle le enseñaron qué y cómo consumir, mientras sus padres trabajaban.

En toda su vida sólo una vez intentó cambiar el rumbo, cuando nació Karely. Los problemas familiares y la detección de una enfermedad en el corazón lo hicieron recaer.

La cuenta de sus días en una de las Casas y Albergues de Rehabilitación Agua Viva es precisa: tres meses y una semana.

Puede irse cuando quiera -ya cubrió el primer requisito de un trimestre de estancia- pero aún no quiere partir. Siente que, a sus 29 años, tiene más por aprender.

En este hogar "creado" con 20 personas como hermanos postizos, José Antonio asegura haber encontrado el amor que faltó en casa y con él mismo. Le llegó después de 14 años de pleitos y rebeldía.

"Aquí te tratan con un amor, que a veces es lo que nos falta en nuestras familias, que tuvimos maltratos, y yo he visto aquí otra compañía que me han dado", explicó.

Este albergue es uno de los 69 que pasaron la auditoría sobre el cumplimiento de la Norma Oficial Mexicana 28 y, por lo tanto, es confiable en su tratamiento según la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ). En total hay 189 centros más, no reconocidos.

El director, Enrique de la Rosa Contreras, también comenzó a edad temprana con las drogas, de los 13 a los 30 años.

Tras su rehabilitación -en un centro similar, pero en Ciudad Juárez- decidió ayudar a otros y...

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