Sin refugio contra virus

AutorSilvia Garduño

Desde hace varios años, miles de aves de corral son sacrificadas en Bangladesh a causa de la gripe aviar.

En este país ocurre lo que la Organización Mundial de la Salud ha denominado el mayor envenenamiento masivo de una población registrado en la historia, ocasionado por los altos niveles de arsénico natural en el agua subterránea.

Enfermedades infecciosas como las respiratorias, la diarrea o la malaria siguen estando entre las principales causas de muerte en la nación asiática, donde casi la mitad de su población vive por debajo de la línea de pobreza.

Ni los problemas de salud pública ni la pobreza son ajenos a la ciudad de Tangail y a otros distritos de la división de Dhaka, de donde es originaria la familia Hosain.

Mamun Hosain, de 21 años, salió de su país en 2008 para reunirse con su familia en México.

Sin pensarlo, había dejado de estar expuesto a la gripe aviar, al envenenamiento por arsénico y a las infecciones que predominan en su tierra natal.

Tan sólo un año después de haber arribado al Distrito Federal, falleció en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Fue una de las primeras víctimas mortales del virus de la influenza A H1N1.

Exilio

El primer Hosain en llegar a México fue Atik, de 36 años, en 2001.

Líder estudiantil, cursaba la carrera de Diplomacia en la Universidad Kurutia Sadek cuando él y 25 de sus compañeros fueron acusados de un crimen que no cometieron. Cuando algunos fueron detenidos, Atik se vio forzado a abandonar su patria.

De la India se trasladó a Rusia y luego a Cuba, países que no exigen visa a los ciudadanos bengalíes. De la isla se trasladó a Nicaragua. Como miles de centroamericanos, Atik se internó a México de manera ilegal.

Su destino final era Estados Unidos, pero decidió quedarse en México.

La organización Sin Fronteras y la representación de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) lo ayudaron a establecerse legalmente.

"A veces en Tangail no hay agua, a veces hay muchas bombas. Comparé con México y hay mucha seguridad aquí", comenta.

Por un tiempo, el ahora refugiado trabajó como lavacoches, pero la paga era escasa. Buscó empleo en restaurantes y tampoco lo convenció el salario. Entonces se acercó a las tiendas de ropa india en Mixcalco, en el Centro Histórico, y utilizó los 100 dólares que traía consigo para comprar algunas prendas.

"Ese día vendí como 2 mil pesos, en las oficinas de Sin Fronteras y de ACNUR. Después compré más ropa y...

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