Reflexiones en torno a la estetica apofatica de Amador Vega.

AutorY
CargoDiscusiones y notas

Resumen: En su estudio en torno a las relaciones que existen entre estética y religión, Amador Vega ha desarrollado una investigación sobre la estética apofática en la que estudia los lenguajes de la negatividad en el arte contemporáneo. En este artículo me propongo señalar algunas interrogantes y posibles vías de reflexión que suscita la propuesta de Amador Vega y que pueden contribuir a mostrar la complejidad de las relaciones entre religión y estética.

Palabras clave: teología negativa, ascetismo, experiencia mística, abstracción

Abstract: In the study of relations between aesthetics and religion, Amador Vega has developed a line of research on Apophatic Aesthetics, in which he studies the languages of negativity in the field of modern art. My purpose in this article is to raise some questions about the Apophatic Aesthetics and to suggest how Amador Vega's research contributes to keep open the possibility of thinking the relations between aesthetics and religion.

Key words: negative theology, ascetism, mystical experience, abstraction

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Es así como él pinta (pero aquí este verbo puede desplegar sus sentidos hasta tocar las distintas modalidades del arte) es decir, en primer lugar, como "representa" en el sentido propio en que esta palabra quiere decir "hacer intensa la presencia de una ausencia en tanto que ausencia".

JEAN-LUC NANCY *

En su obra de 1967 De l'absence et de l'inconnaissance de Dieu d'apres les écrits aréopagitiques et Martin Heidegger, Christos Yannaras argumentaba que, a partir de cierta lectura heideggeriana, el análisis del nihilismo europeo y de "la muerte de Dios" no haría sino mostrar una crisis interna de la metafisica, que podría comprenderse como cierta forma de teología apofática y que abriría posibilidades inusitadas al pensamiento. Según esta lectura --a la que se sumará Jean-Luc Marion--, la destrucción de los conceptos metafísicos de Dios, de todos los "ídolos racionales", alcanzaría su culminación en Nietzsche y abriría la posibilidad de pensar y expresar una trascendencia divina, tal y como fue previamente desarrollada por la tradición apofática dionisiana del siglo VI. La muerte de Dios llevaría así a cabo la desaparición de todos los obstáculos racionales que impedirían la verdadera visión de lo invisible. (1)

Desde una inquietud semejante a la de Yannaras o Marion, la tentativa heideggeriana de John Caputo y Reiner Schürmann optará por centrarse menos en la figura fundacional del Pseudo Dionisio Areopagita para explorar el carácter apofático del pensamiento de Meister Eckhart y Tomás de Aquino. Schürmann vinculará la comprensión existencial heideggeriana del Gelctssenheit a la práctica del gelâzenheit en el misticismo de Meister Eckhart. Caputo subrayará la presencia de un elemento místico en la filosofía heideggeriana (procedente de la lectura que Heidegger hizo de Eckhart) y detectará en el intellectus de Tomás de Aquino una forma de pensamiento religiosa y mística que logrará salir indemne de la crítica del mismo Heidegger a la ontoteología. (2)

Por otra parte, como si obsesionara al pensamiento contemporáneo, en aproximaciones más recientes e inclinadas a la historia y al psicoanálisis, el interés en la teología apofática se ha visto mediatizado por las figuras de dacques Lacan (3) y Michel Foucault, a través, por ejemplo, de la obra crucial de Michel de Certeau. Para de Certeau, la desintegración que empieza a experimentarse en el medioevo, y que da lugar al nacimiento de la modernidad, genera nuevas formas históricas de espiritualidad en las que la ausencia de Dios se experimenta a través del deseo y el duelo. (4) En trabajos análogos, Michel Foucault analiza si la llamada "desaparición del sujeto" puede considerarse una forma contemporánea de teología negativa. (5) Por otra parte, la tendencia post-heideggeriana ha querido ver en la deconstrucción de dacques Derrida una suerte de teología negativa no exenta de consecuencias éticas ni políticas. (6)

Pensar a través de la muerte de Dios (y habría que preguntarse si no es esto precisamente el cristianismo) (7) implica confrontar una serie dinámica de crisis. Tras la muerte, o las muertes de Dios en la modernidad, ¿cómo conocemos la pérdida o ausencia de lo divino? (y subrayo la ambigüedad del genitivo). ¿Cómo se vincula esta ausencia --como quiera que la comprendamos-- con las heridas incurables de un sujeto que se quiso alguna vez autónomo y transparente a sí mismo? Lo interesante de todas estas preguntas contemporáneas es que, como bien lo señala Amador Vega, tienen que ver con la puesta en cuestión del lenguaje y la representación. ¿En qué sentido las fallas del lenguaje y la representación --sus puntos ciegos-- no son accidentes que se pueden evitar con mayor o menor pericia, sino algo inherente y esencial a su operatividad misma? Y si es así, ¿qué posibilidades de pensamiento se avizoran desde aquí? Esta preocupación por el lenguaje y la representación ha permitido que a menudo sea el arte el que asuma el reto de acoger el misterio que custodiaron tan celosamente las religiones. No parece interesar tanto señalar si ese misterio se refiere a una divinidad incognoscible (cuya forma de presencia sería paradójicamente la ausencia) o a las fisuras abismáticas de una subjetividad finita puramente humana (lingüística y opaca a sí misma), sino apuntar a los procedimientos por los que el arte --formulando y transmutando los principios que ya se hallan en la tradición apofática y premoderna del pensamiento occidental-- se hace cargo de una puesta en cuestión que contribuye a una apertura radical de lo real de la que, posiblemente, puedan atisbarse algunas consecuencias.

Hay que señalar que esta inquietud está lejos de ser espuria si recordamos que --desde las tensiones generadas por el aniconismo bíblico hasta las imágenes explosivas de Dios analizadas por Alois M. Haas--la vinculación sensible/inteligible ha sido preocupación esencial de la teología negativa. (8) En una lectura distintiva, que se gesta desde Zen, mística y abstracción, Arte y santidad: Cuatro lecciones de estética apofática, y sus trabajos sobre Tàpies, Rothko u Oteiza, Amador Vega va dilucidando una estética apofática que, tal y como él mismo lo señala, "requiere una comprensión de la negatividad entendida como una vía ascética del pensamiento, con la idea de disponer de un campo de visión de la realidad que consiga evitar los límites conceptuales sujetos al campo semántico de lo trascendente-inmanente". (9) Apoyado en un sólido conocimiento de la mística medieval, patente en sus trabajos sobre Meister Eckhart y Ramón LLul, Vega decide mantener el término apofático para respetar la "vocación dionisiana" de esta estética en la que la negación no constituiría un movimiento autónomo, sino el momento destructor de todo proceso creador, previo a la afirmación o a la capacidad de respuesta. Ahora bien, para comprender el alcance de esta vocación dionisiana, sería necesaria una relectura contemporánea que nos ayudara a dilucidar en las fuentes de la tradición la oposición entre teología catafática y apofática y la lectura según la cual la teología negativa constituiría un mero reverso de la positiva, permaneciendo, por lo tanto, dentro de su lógica.

La pregunta es ¿a qué se refiere Amador Vega cuando habla de la negación como momento que precede a la afirmación o a la capacidad de respuesta? ¿Se halla esa afirmación dentro de la alternativa afirmación/negación? ¿O más bien --como parece sugerir-- signa un "ni esto, ni aquello" en que la negación teológica supone una negación antropológica que nos desposee de las estructuras cognoscitivas habituales, haciéndonos --como señala San Juan de la Cruz-- "saber toda ciencia trascendiendo"? Hay que señalar que esta desposesión no se daría necesariamente a través de lo que influidos por un sesgo psicologista llamamos fenómenos extraordinarios de conciencia, sino que paradójicamente un despliege explosivo de la plenitud de la imagen produciría la impresión de una invisibilidad, inabarcabilidad y ocultamiento que estaña más allá de toda comunicabilidad mediatizada.

Y, no obstante, si esto es así, ¿tendría sentido seguir haciendo una distinción entre lo apofático y lo catafático como dos procedimientos...

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