Reflexiones / AMAS

AutorMauricio González

Las apariencias engañan. El encabezado de este texto no es una conjugación del verbo amar, es el acrónimo del libro "Agua, Medio Ambiente y Sociedad", de Julia Carabias y Rosalva Landa, con la colaboración de Jaime Collado y Polioptro Martínez, recientemente publicado por la UNAM, Colmex y la Fundación Gonzalo Río Arronte, del que comentaré algunos aspectos.

Esta obra logra algo muy importante, difícil de encontrar en la literatura de los recursos hídricos: un enfoque multidisciplinario en el que cada una de las ciencias relacionadas con el agua -ingeniería, medio ambiente, derecho y economía- ocupa su lugar, sin violentar la relevancia de las demás.

En México padecemos diversos problemas relacionados con el agua: sobreexplotación; pérdidas elevadas; falta de tratamiento de las aguas residuales; contaminación; escasez; falta de medición e insuficiencia de financiamiento de la infraestructura correspondiente. Juntos forman demasiadas aristas.

No hay una fórmula todopoderosa que solucione el rompecabezas del agua. Se requiere combinar instrumentos técnicos, legales, económicos y administrativos para enfrentar la complejidad del tema, de la que escucharemos ampliamente en los próximos días debido al IV Foro Mundial del Agua que está por iniciarse en nuestro País.

Las tarifas y el financiamiento de la infraestructura del agua son temas que merecen atención especial, ya que constituyen dos de los pilares necesarios para la expansión del sector. El resto de esta entrega y la próxima se enfocan en ellos, de acuerdo con el contenido del libro mencionado.

El valor del agua puede provenir de razones ambientales, sociales y económicas, sin embargo, es común que se cuestione el pago por el líquido vital. Algunos usuarios afirman que para eso están los impuestos, para recibir servicios públicos y ninguno más importante que el del agua.

No obstante, recuperar el costo de este servicio por la vía de los impuestos no es lo más recomendable. Fomenta el desperdicio del agua debido a que los consumidores no se responsabilizan de su uso individual, lo que premia implícitamente a los que más abusan de esta y castiga a los que la emplean con mayor racionalidad.

Un correcto aprovechamiento del líquido, en particular en las zonas urbanas, requiere cobrar tarifas acordes con los costos correspondientes. Este principio económico básico desafortunadamente no se aplica de manera generalizada en México. Tarifas y costos normalmente están divorciados.

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