Rebanadas / Máximo disfrute

AutorCony Delantal

La nueva sede de Maximo Bistrot se encuentra en un espectacular lugar en el que brillan discretos detalles decorativos en el piso, las paredes y el bar. Este cálido espacio, por el que fluye la luz, está en el número 65 de Álvaro Obregón.

El restaurante, que corre a cargo del famoso Eduardo García, abrió sus puertas en un momento complejo y lleno de retos para todos los cocineros mexicanos; pero cuando se une el talento de un chef de esa talla con una exquisita experiencia, se augura el éxito de proyectos sólidos como Maximo.

Enmarcado por altas y blancas paredes, el espacio alberga lo que parece la fachada de una casa con techo de tejas y, por su amplitud, es ideal para compartir grandes momentos, siempre guardando la famosa sana distancia.

El menú, que obedece a la caprichosa temporalidad del producto, cambia todos los días con el propósito de servir al comensal sólo platillos elaborados con lo mejor del campo.

Mi querido hijo y yo ordenamos dos de las tentadoras entradas. La primera, unos elotitos asados al carbón ($360) que se sirven con una exquisita salsa holandesa y parmesano. Nos pareció una estupenda opción para abrir boca.

Pero la segunda, sin duda, fue un manjar imperdible. Me refiero al erizo ($650), que se acompaña con baguette tostada y 'nduja (un embutido de origen italiano, elaborado con carne de cerdo y especias, y de ligero sabor picante). La combinación entre estos dos es espectacular, si tienen oportunidad de ir y se encuentran con este primer tiempo en el menú, no duden en elegirlo.

Como fuerte, mi hijo apostó por el cordero braseado al vino tinto ($420), yo opté por los ravioles ($290). Aunque imaginé que mi plato no guardaría grandes secretos, la realidad es que me sorprendió gratamente.

Preparados con una delgada pasta, los ravioles se rellenan de requesón y betabel orgánico, llevan un toque de parmesano y mantequilla anuezada; todo ello, formando una mezcla de texturas y sabores que seduce al paladar.

Muy complacido quedó también mi exigente hijo, quien disfrutó de inicio a fin el jugoso y suave cordero braseado al vino tinto, que se acompaña con un sedoso y rico puré de papa.

Él con una cerveza Juan Cordero en la mano ($165) y yo con una copa de Patrice Colin ($211), disfrutamos muchísimo nuestra visita a este espléndido restaurante en el que la comida, indudable protagonista, dibuja una sonrisa y mejora el ánimo de cualquier comensal.

En cada uno de los platillos que probamos esta tarde se siente la mano del...

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