Rebanadas / ¡La Félix está viva!

AutorCony DeLantal

No María, sino el restaurante. Aquel que por muchos años le rindió honor precisamente a la diva con su nombre, sus modos de cantina y su ajuar de película mexicana, desde el tercer piso de la 401, donde alguna vez tuvo su época dorada, al igual que el cine nacional y muchos otros de esa plaza.

Notición (tal vez no de 8 columnas, pero sí de esta columna donde nos juntamos los tragones a platicar de antojos), es que ahora nos la estén reviviendo en esa parte de Plaza Fiesta que llaman Main Entrance (y otros le llegaron a llamar peor cuando chafeó) en el espacio donde estuvo La Cervecería de Barrio, que al final ya era puro barrio.

Al menos el mentado Main Entrance parece enfilarse de nuevo a la recuperación de aquella vida de antes. Y no me refiero de antes del Covid, sino antes, mucho antes de que perdieran el enfoque nais.

Cuando murió La Félix yo sí le lloré a moco tendido. De la actriz ni me acuerdo, pero qué presente tengo el día en que supe que ya no estaría con nosotros esa lasaña de pollo en mole o aquel pastel de chocolate Abuelita con salsa de café.

Fueron muchos meses comiendo compulsivamente para encontrar consuelo. Bueno, en realidad así llevo toda la vida, pero ésta fue una justificación más.

Tan pronto supe que estaba abierta de nuevo La Félix, fui a exigirle a mi marido -con el que a veces siento que llevo un amor indio al estilo Tizoc- que me llevara, pero ya, con aquella misma firmeza de Juana Gallo que tenía La Doña.

Lamento decirte que es otra cosa. De la Félix ni se acordaron en La Félix. Ya poco tiene que ver con la de antes. Todo lo que hay de María Bonita es una foto chiquitita y una frase en la pared que yo pensé que la había dicho AMLO: "usted niegue que fue a la fiesta aunque le encuentren confeti en los calzones".

Enorme el restaurante y más informal que antes. Yo diría que ya ni mexicana se siente la decoración. Más bien le da un aire a Niu Mecsicou; algo así como estilo Santa Fe, con arte navajo, colores melocotón y maceteros con cactáceas.

No está peor, pero sí diferente. Ya ni siquiera es "cantina de ciudad" como se ostentaba antes, sino abiertamente "taquería", con el bajón de pretensiones que eso significa en el menú.

Al menos conservaron aquellos dos platillos por los que yo babeaba, pero el resto de la cena cambió a casi puros tacos, cosa con la que tampoco estoy peleada, siempre y cuando me puedan sorprender con su sabor.

Es más, a mí la verdad no me importa a qué Félix le quieran rendir tributo mientras...

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