Rebanadas / Ya extrañaba esos ruidos

AutorCony Delantal

El interiorismo es fundamental cuando se da vida a un nuevo lugar. Y en un restaurante, la estética juega un papel importantísimo. Ahora verán por qué se los digo.

Mi hija, la mayor, supo de un nuevo lugar que está en boca de todos y moría de ganas por visitarlo; así que, este domingo, acudimos para disfrutar un brunch entre madre e hija.

Gran sorpresa me llevé al ver que este espacio gastronómico se encuentra donde antes estaba Mora Blanca, de Daniel Ovadía. En el número 135 de Emilio Castelar descubrimos un hermoso restaurante, de inspiración italiana, donde se disfruta un ambiente casi festivo.

Apenas cruzar la puerta, vimos un comedor enmarcado por un jardín artificial y, del lado derecho, una larga mesa que ostentaba mimosas, deliciosos panes recién horneados y algo de charcutería.

Para dividir a los comensales, Mandolina tiene mamparas entre mesa y mesa. En todo momento se alcanza a escuchar ese ruido tan propio de los restaurantes antes de la pandemia, que ahora me parece de lo más disfrutable.

Con un tiradito de salmón ($230) y una orden de arancini ($170), arrancamos este rico encuentro culinario, aunque en el menú de brunch hay también tentadoras opciones como los waffles con Nutella y miel ($210) o unos tradicionales huevos benedictinos ($230).

Mi hija, amante de todo tipo de pescados, quedó complacida con el tiradito. Salmón noruego, aguachile, jengibre y crocante de camote son los ingredientes de esta receta que dibuja sonrisas en la comensal.

Las croquetas de risotto, que llevan mozzarella, azafrán, dip de salsa de jitomate y alioli negro, nos encantaron. En el plato vienen cinco piezas de esta creación siciliana.

Como fuerte, optamos por una de las especialidades: el pescado San Pancho, un robalo entero, adobado a las brasas, estilo Nayarit, que se acompaña con dos guarniciones: verduras rostizadas y ensalada verde con tomates orgánicos.

Este pescado puede ordenarse de 1.2 kilos ($1,100) o de 600 gramos ($600). Elegimos la segunda opción, pues con las ensaladas quedaríamos satisfechas. No nos equivocamos. Al llegar, tras 20 minutos, que se fueron volando, vimos que venía también una ración de frijoles refritos y tortillas calientitas.

El pescado nos gustó mucho. No era nada picante y la cocción era perfecta, se deshacía en boca. Lo probé con una salsa roja, de sabor ligerito, sólo para darle un toque picante. De las dos ensaladas, a mí me encantó la verde con tomates orgánicos, era de lo más fresca, y un toque de queso le dio...

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