Rebanadas / Dulce melodía oaxaqueña

AutorCony Delantal

Para el chef estadounidense Edward Lee, el postre es como una canción que te hace sentir bien y, cuando es muy bueno, hasta te hace bailar.

¿Qué les parecería cerrar la comida con un pastel de tres leches que nada tiene que ver con el tradicional?

Imagínense un suave y delicioso bizcocho de vainilla con un toque de hoja santa, fruta de la temporada y miel de agave ($120) ¿Se les antojó?

Pues yo acabo de disfrutarlo en Guzina Oaxaca, restaurante que se encuentra en Masaryk, justo donde antes estaba el famosísimo Izote. Tenía más de dos años que no me paraba por ahí, y comprobé que poco ha cambiado.

El espacio sigue siendo de lo más confortable, con amplias mesas de madera en tonos claros y acentos decorativos muy mexicanos. El menú está conformado por platillos tradicionales; con preparaciones caseras y un toque de cocina de autor, este restaurante ha logrado traer un pedacito de Oaxaca a nuestra Ciudad.

En esta visita ordené unas gorditas de mariscos ($150) como entrada, y el mole negro ($270) como fuerte, mientras que mi hijo, el mayor, se fue por la sopa de jitomate ($120) y el entomatado de lengua ($295).

Él no pudo dejar de probar la cerveza Corazón de Malta ($95), yo no pude resistirme al coctel de mezcal con tamarindo ($125). Mientras esperábamos los primeros tiempos, nuestro mesero llegó a prepararnos la tradicional salsa molcajeteada; en esta ocasión la pedimos ligeramente picante. Este detalle sigue siendo un apapacho para los comensales.

Pronto probamos las gorditas de mariscos, dos pequeñas piezas de pasta de frijol con hierba de conejo, cebollas desflemadas y chile de agua. La salsa recién preparada les dio un toque muy mexicano e hizo de este primer tiempo un acierto.

En un plato de cerámica llegó la sopa que ordenó mi hijo. Es un caldo de jitomate con tortilla, quesillo, aguacate, chicharrón, crema y chile pasilla mixe. Esta reinterpretación de una tradicional sopa de tortilla agradó al paladar, aunque no la calificó como una maravilla.

Cuando ordené mi plato fuerte estaba un poco dudosa, pues el mole negro suele servirse con una pieza de pollo que a veces parece inmensa.

Por fortuna, aquí la ración es mucho más pequeña y sirven dos medallones delgados de guajolote, acompañados con un poco de arroz blanco y finas rodajas de plátano frito.

Pedí que me trajeran el mole aparte. Éste, ligeramente almendrado, fue sin duda el gran protagonista del platillo.

Finalmente, mi hijo disfrutó un entomatado de lengua que lleva chorizo...

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