Rebanadas / Delicioso y muy original

AutorCony Delantal

Mi comadre me acaba de llevar a un lugar por demás recomendable. Se trata de Río Viejo, un restaurante que estaba entre nosotros hace algunos años y hoy resurge muy llamativo para los amantes de cocinas regionales de nuestro País.

No piensen que es el clásico con molcajetes, arracheras, guacamole y platos por demás sobados. Este lugar, copropiedad de José Antonio Ramírez, conocido como El Capitán, y Alfonso Castro Ramírez, tiene mucha -como diría mi comadre- "ondita".

En un viejo predio de Avenida Chapultepec, frente al Torres Bodet, se construyó desde abajo lo que es hoy el Río. Tiene cómodas sillas de cuero, tejas de barro, murales campiranos, vajilla de talavera y unos salseros divinos, hechos de piedra volcánica.

Tienen dos cartas, desayuno y comida, bien provistas de algunas delicadezas que no había probado antes y que ni siquiera sabía que existían. Un ejemplo son los púlacles, o tamalitos de frijol tierno, originarios de Veracruz.

También hay empanadas de plátano macho, con un poco de queso; tamal de cuitlacoche con relleno de queso de cabra y hasta enmoladas, tan solo en el apartado de antojitos mexicanos.

Otras secciones son huevos, lo tapatío, lo dulce, lo saludable y chilaquiles. Así que ya en la mesa decidimos pedir unos huevos montados, de 85 pesos, para mi marido. Yo me incliné por unos chilaquiles oro negro, de 85 pesos, que llevan un baño de crema de elote y cuitlacoche.

Sin embargo, la decisión fue difícil, pues había otras opciones muy llamativas, como los huevos calesa, que llevan carnitas y salsa de morita; o los Papantla, sobre plátano macho frito y bañados en mole; además del tradicional chile huevillo.

Pues como somos curiosas, además de antojadizas, pedimos al centro un tamal de cuitlacoche, de 48 pesos, y un púlacle, de 38 pesos. El primero venía con abundantes hongos de cuitlacoche y queso de cabra adentro. Una delicia.

El púlacle fue otro gran descubrimiento, ya que es un sencillo tamal pequeño relleno de frijol negro. La salsa roja que nos pusieron al centro era ideal para acompañarlo; además traía un espejo de mole muy ligero que le daba sabor único. No soy amante del mole, pero lo probé y me pareció muy bueno.

Los huevos montados que pidió mi marido eran una maravilla jamás antes probada. Sobre una delgadísima tortilla tatemada, sirvieron finas rebanadas de rib eye asado; y sobre éste, un par de huevos estrellados, bañados con una salsa roja picosita muy rica. Fueron mi fascinación, le quité uno del plato de mi...

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