Rebanadas / Alí Babá y los 40 locales vacíos

AutorCony DeLantal

Qué muerta está esa parte de la Plaza Tanarah bajo la sombra del edificio polémico. Peor tantito que ya tienen rato con el estacionamiento atorado por unas reparaciones que se supone que ya deberían estar terminando. O le apuran o ya mejor levantan ahí su altarcito este 2 de noviembre.

Con excepción del socorrido japonesito Yamassan, no hay otro que sobreviva ahí con decoro. Por cierto que vengo de lidiar con uno de sus platillos, un potaje que lleva puerco, ramen, alga, col, germinado, elote, huevo duro y bastante ajo rostizado. Riquísimo el méndigo caldo, pero es muy antisocial. Qué pena, hice ruidos, me batí toda y encima me quedó la plática impregnada de ajo hasta dos fiestas después.

Esa cucharita que usan los orientales es la que me tenía batallando con el caldo, dando unos sorbos ruidosísimos que a ratos sonaban como si estuviera tratando de jalar aire en la atmósfera de Marte, al grado que mis comadres ya querían marcarle a la Emme.

Pero de eso no venía a hablar, enderezo esta conversación para platicarte del árabe Ali Baba, que estaba en el Centrito (en la plaza que explotó) y contra toda lógica se acaba de cambiar a esta parte salada de la Tanarah, justo arriba del Yamassan, en el local donde tronó el Yorokobi.

Ali Baba llegó con el firme propósito de romper el maleficio por la gracia de su cocina, porque al servicio no parecen echarle muchas ganas que digamos.

De entrada pensé que nos iba a ir de maravilla cuando nos trajeron los platillos muy rápido, y por un rato nos atendieron muy bien, pero luego, bye, no sé qué pasó pero repentinamente nos abandonaron a nuestra suerte.

Qué curioso, tal vez porque entramos en ese raro impasse de la tarde en que no es comida ni es cena, pero haz de cuenta que los meseros se desprogramaron.

Ya al final, mi marido y yo estuvimos una eternidad manoteando como náufragos en la mesa, porque nos ahogábamos de platos sucios, pero nadie volvió para rescatarnos hasta que aquél de plano se paró a pedir ayuda junto con la cuenta.

Eso nos deja su sazón como única forma de redención. Y sólo por eso los perdono, porque su cocina siempre ha valido la pena y esta vez no fue la excepción. Se me escurre la baba nomás de pensar en el kipe de Ali Baba. De los mejorcitos que tenemos.

Y el precio no está nada mal considerando lo bien servidos que vienen sus platos y sus combinaciones, con la ventaja de que también puedes optar por medias órdenes o porciones personales.

El local no es la gran cosa pero para ellos fue...

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