Razones y Proporciones / ¿Más progreso, más divorcios?

AutorManuel Sánchez

La tendencia de aumento de los divorcios en México refleja, en buena medida, las transformaciones económicas.

Durante las décadas recientes, la proporción de las disoluciones matrimoniales en el País ha ido en ascenso, alcanzando en los últimos años valores sin precedente. Ante este fenómeno, algunos comentaristas se han apresurado a identificar, como causa, un supuesto deterioro moral de la sociedad.

Tal reacción parece exagerada y sin fundamento, por lo menos, por dos razones. La primera es que si bien los divorcios se han acrecentado, las proporciones registradas son moderadas en comparación con otros países.

Cabe destacar que de 1970 a 2005, la tasa bruta de divorcios, medida como el cociente de rupturas legales por cada mil habitantes, casi se triplicó, al pasar de 0.25 a 0.68.

Sin embargo, por varios decenios la mayoría de las naciones ha experimentado expansiones de divorcios generalmente más pronunciadas. Las tasas de México son de las más bajas del mundo, en tanto que las de algunos países superan cuatro al millar.

La segunda, más importante razón es que, como en otras latitudes, la ampliación de los divorcios puede explicarse, de forma suficiente, con base en el enfoque económico propuesto hace 30 años por el premio Nobel de economía Gary Becker.

Según esta interpretación, basada en principios sencillos cuyas implicaciones pueden verificarse empíricamente, cuando la gente se casa, tiene hijos o se separa, busca maximizar su bienestar comparando los beneficios y los costos.

Como en otras circunstancias, los individuos enfrentan incertidumbre. Se casan si esperan mejorar respecto de permanecer solteros, situación que eventualmente puede no concretarse; y se divorcian cuando el costo de hacerlo es menor al de continuar unidos o la recompensa esperada de regresar a la soltería supera la de casados.

En algún grado, el matrimonio se basa en la división de funciones. Por razones biológicas, la mujer tiende a especializarse más en las labores del hogar, en particular al convertirse en madre, y el hombre en las actividades remuneradas.

En esta distribución de tareas, las parejas eligen entre tener más y mejores hijos. A medida en que la mujer tiene oportunidades de mayores ingresos, el costo de tener descendientes aumenta, por lo que el matrimonio tiende a sustituir cantidad por "calidad" de hijos, por ejemplo, mediante la inversión de alto rendimiento en el capital humano de los mismos.

Los rompimientos conyugales obedecen a eventos...

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