Érase una vez...

AutorCecilia Núñez

Enviada

LITOMYŠL, República Checa.- Estamos aferrados a Praga. Entre estrechos callejones, palacios y catedrales majestuosas, es difícil pensar que todavía hay mucho más que ver en República Checa.

Abordamos la camioneta rumbo al Reino de la Bohemia, hacia el este del país, obsesionados por devorar los paisajes campestres que se suceden tras la ventanilla.

La primera parada nos desconecta del ritmo citadino al que estamos acostumbrados y nos sintoniza con el que suena en cada esquina de esta pequeña ciudad empedrada. Llegamos a Litomyšl.

En cada rincón se escucha música clásica y ópera, sobre todo del compositor checo aquí nacido, Bedrich Smetana. En su honor se organiza anualmente el festival de ópera "Litomyšl de Smetana", en el patio del palacio.

No es difícil imaginar a la gente vestida de gala pasear bajo los arcos de la plaza en temporada de festivales. Tampoco necesitamos mucha creatividad para entender que este es el lugar de la campiña checa que frecuenta la aristocracia.

La plaza principal se rodea por casas burguesas, de las cuales la Casa de Caballeros (U Rytiru) de estilo renacentista es la más importante.

Con ganas de todavía más opulencia nos dirigimos al castillo de la familia Valentshine.

Merodeamos por el teatro, las capillas, los salones con muebles de estilo francés, sus tres bibliotecas que juntas suman más de 65 mil libros y por las recámaras con grandes ventanales hasta donde entraban los caballos para que la realeza no se fatigara caminando dentro de su casa.

Salimos de la ciudad pensando en la princesa de este castillo, María, que en lugar de cantar con los animales y recorrer los amplios jardines en vestidos largos, se dedicó a cuidar de sus 21 hijos.

Nos olvidamos de María gracias a una botella de Calvados, un licor de manzana que fumiga hasta al último recuerdo.

De caballeros y brujas

El escudo sobre la torre de 60 metros que da la bienvenida a Pardubice presume a un jinete sobre un caballo cuyo cuerpo yace partido a la mitad.

Cuentan que en el año 1158 las tropas del emperador romano- germano Federico Barbarroja cercaron la ciudad de Milán. Una noche, un grupo de caballeros checos, liderados por Jesek de Pardubice, irrumpió en la ciudad perdiendo contra la fuerza superior de los milaneses. Cuando huían de Milán, la reja de la puerta cayó sobre el caballo de Jesek, partiéndolo en dos.

Gracias a este hecho histórico, hoy, este lugar es famoso por su carrera hípica el Gran Steeplechase de Pardubice, en la que los caballos sí corren enteritos.

Además de esa leyenda, en la plaza se relatan las historias de quienes murieron a causa de la peste, de hombres cuya fortaleza sobrenatural es capaz de controlar grandes toros y de los múltiples...

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