Rafael Segovia / Vamos mal

AutorRafael Segovia

Presenciamos ahora un empate técnico entre los empresarios y el gobierno en materia fiscal. Los demás somos espectadores que nos limitamos a pagar sin tener ningún derecho. Pagamos y ya. Los hombres de gobierno disponen de nuestro dinero en proporciones que estiman todos los años con cuidado para que no nos vayamos a enriquecer. Desde ahora les podemos asegurar de que tal cosa no va a suceder. Podríamos vengarnos a la hora de votar, pero esto es una acción tan complicada y tan perversamente modificada, que no hay venganza posible.

Un hombre de gran calidad introdujo una ley que la mayor parte de los mexicanos no entienden en un estado actual. De una ley sencilla, al alcance de todos, se introdujo un pequeño cambio -en apariencia- que podría llamarse Ley de producción de la clase política. Consistió en meter a una serie de diputados de partido, con este añadido: ya hay que acordarse y votar por una colección de desconocidos que sólo aspiran a sobrevivir. Cosa desagradable desde un punto de vista estrictamente político, estos hombres y mujeres sólo aspiran al puesto, a las comisiones que no tienen importancia alguna a menos de que veamos lo que realmente son: ayudas de los gobernadores, que van para competir por una carrera que se inaugurará pronto, la de la silla presidencial.

La importancia de las Cámaras es innegable en un régimen presidencial. De hecho es el único control que en un sistema de este tipo existe, y la de un cierto tipo de prensa, silenciada y corrupta durante años y que por fin ha encontrado un modo de expresión no apto para un país puritanoide como éste.

De la misma manera que no debemos cargar con unos diputados desconocidos, no debemos soportar un lenguaje que, no cabe duda, es el nuestro. El uso de la vulgaridad, de la palabrota, de lo despectivo, ya inaguantable en el hablar se hace intolerable en el escrito. Cuando oímos hablar en la calle, todo individuo que hace uso de la palabra empieza un discurso por un buey dirigido a quien le escucha. Los programas deportivos, sobre todo las retransmisiones de los argentinos y los españoles, son un muestrario de lo prohibido por vulgar y, con frecuencia, por ignorante. En la prensa española, a propósito de un, llamémoslo, conflicto, entre un jugador de futbol, Guti, y su entrenador, publicaron en un diario de España un insulto que nos preguntamos cuál fue la multa que el Ministerio del Interior le puso al periódico de marras: El País, un diario que presume de tener escritores de...

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