Rafael Segovia / Primer conflicto

AutorRafael Segovia

Hemos, me refiero a toda América Latina, dado un espectáculo lamentable y de consecuencias mucho más graves de las que de primera impresión se puede esperar. Los discursos de las partes en conflicto no son nada tranquilizadores. El presidente Correa no parece aceptar la solución ofrecida por una reunión nada satisfactoria celebrada en Santo Domingo con todo y el responso solicitado por el Presidente agresor, nada claro sobre su actividad futura. El señor Calderón, mediador no solicitado en este conflicto, mantuvo una actitud discreta; su imagen como parte afectada -no se sabe cuántos mexicanos murieron como resultado del bombardeo colombiano- le situó en una posición de lo más incómoda.

Sabemos, sin caer en mayores cavilaciones, que lo tantas veces temido se ha producido de la manera más inesperada. Suponemos, pero no sabemos, que una nación de esta parte de América puede cuando menos se espere atacar a otras, pues eso se produjo en medio de una serie de dimes y diretes de las partes involucradas. Estos enfrentamientos verbales latinoamericanos por su frecuencia e inoperancia han sido más de una vez tomados en broma. Ya no se puede tener una actitud indiferente, y no sólo por la agresión colombiana, sino por lo que está tras esa agresión.

El presidente colombiano o quien haya decidido esa agresión sabía que el ataque no iba dirigido a esa farsa llamada el espíritu del bolivarismo, sino a una guerrilla que se arrastra en el tiempo y revela desde la Tierra de Fuego hasta el río Bravo el malestar de las clases desheredadas de Latinoamérica.

Se trata de movimientos armados que cubren el hemisferio, sin lograr nada pero obligan a los gobiernos a tener unas fuerzas militares a las cuales están obligados a destinar una parte substancial de su presupuesto. México, por ejemplo, era una nación desarmada hasta 1968. El temor producido por el movimiento del 68 y la guerrilla aparecida inmediatamente después obligó a un rearme acelerado del Ejército. Nadie en su sano juicio pensó en un movimiento armado, pero hubo guerrillas que fueron aplastadas. Sin haber puesto ni por un momento en peligro las instituciones, crearon el malestar que justificó la compra de armas y el aumento de los efectivos del Ejército.

Desde el siglo XIX el mercado de las armas ha sido de fácil acceso para todos, prueba de ello han sido los movimientos que entonces como ahora, las potencias intentaron un control férreo sobre la capacidad militar de quienes fueron sus aliados o sus...

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