Rafael Segovia / Los pecios

AutorRafael Segovia

El PRI se renueva; el nombre que suena para la presidencia del partido es el de Jackson, que quiere saltar de una presidencia a otra. En realidad este hombre es un pecio. Pecio no es un insulto, sino parte de un barco naufragado que el mar arroja a la costa.

Ante la opinión pública el náufrago mayor es sin lugar a dudas Roberto Madrazo, cuyos restos nadie sabe por dónde andan. Su último destino es tan misterioso como la carrera emprendida cuando se empeñó en ser candidato a la Presidencia de la República, contra la voluntad de Zedillo. En aquella coyuntura nadie creyó en sus posibilidades. Tuvo dinero para emprender la lucha. No pasó de semifinales, para seguir el vocabulario de moda. No cedió en su empeño, lo cual puede ser incluso loable, pero arrastró al PRI en su caída, cuando logró imponerse al escepticismo general que le ha rodeado a lo largo de su vida política. Representa el fin de una época, ya situada en el campo exterior de la lucha electoral. Ahora se trata de algo por completo nuevo, donde los enfrentamientos son duros y amenazan con ser terribles, donde el estilo de Madrazo no tiene acomodo posible. Estamos de plano en la política del Bajo Imperio romano. No se sabe quién será el verdadero vencedor. Los intermediarios, los que pueden ayudar a los campeones enfrentados sin poder ir más allá de un poder secundario, de auxiliares cuando no de mercenarios, en cualquier caso de personajes innobles como son siempre los hombres destinados a apoyar, nunca a decidir, así se supongan dueños de una posición privilegiada.

La historia nos ha enseñado que no hay triunviratos duraderos, antes de que se enfrenten los dos grandes se elimina al más pequeño, a quien se asesina tan pronto como pretende levantar la voz. Eso no quita la presencia permanente de voluntarios para tan triste cargo.

El hecho de no tener fuerza propia lleva a la utilización de una forma de intervención que se confunde con la decisión, y no pasa de ser un chantaje. Ayuda a condición de que me des, me concedas, me regales, etcétera. Esta postura conduce al desprecio, de donde se pasa al odio, y el odiado, el traidor, no tarda en encontrarse sumido en la soledad y despojado del fantasmagórico poder que creyó ser una realidad.

La lista de pecios puede ser y es interminable. Todos aquellos que se sienten priistas, es decir, los que fueron elegidos para algunos cargos públicos en las listas presentadas o avaladas por el Revolucionario Institucional creen poder renovar este...

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