Rafael Segovia / Lenguaje político

AutorRafael Segovia

Cuando un político toma la pluma no podemos resistir a la tentación de señalar cuántas veces se contradice. Sobre todo cuando envía a un público semicautivo un discurso sobre el estado de la nación y el desastre que acompaña a éste. Se referirá al pasado asombrado de lo mal que se han hecho, el desastre que han sido las administraciones anteriores hasta llegar él. Involuntariamente, quizás, y eliminando cuanto pudiera las justificaciones de rigor, como el número de asesinados que se han podido contar durante su gobierno, ni aludir a su imagen pública. Tampoco puede aludirse a su comportamiento público ni cómo dice una cosa para de inmediato hacer la contraria.

Por ejemplo, lanza un bulo o una sonda en apariencia inocente asegurando no separarse ni un momento de sus obligaciones para, acto seguido, publicar una notita en la que nos dice que esa misma noche va a tomar el avión con su señora para ver un partido de futbol. Las obligaciones protocolarias se multiplican: va a condecorar, con la orden azteca, en el grado de banda, al presidente de la Unión Sudafricana, va a darle la mano al presidente de la FIFA y va a volver a México, después de saludar a la selección nacional. Iba a ser recibido por el Presidente. No le saludó nadie, anduvo solicitando una mirada de simpatía, algo que le reconociera, una mirada de alguien que anduviera por allá. Los cálculos fallaron de arriba abajo: se sacó un empate por los pelos que ni comentó. Vivimos con más dudas hasta que volvió, pero se cometieron más crímenes que nunca se comentaron.

La prensa ha presentado constantemente los crímenes del narco. Nos preguntamos por qué. Hay una respuesta que nunca recibimos. Sabemos cuántas personas mueren aunque no podemos siempre decir el motivo. Sabemos de esa curva inexplicable que unas veces sube y otras baja sin que nuestro entorno nos dé la menor explicación. Las explicaciones, cuando aparecen, son contradictorias, confusas, vagas. No damos nunca con esa explicación satisfactoria, sin sombras, ni angustias. Matar por matar, o dar muerte a otra persona por un motivo que no se puede ni mencionar. La sociedad mexicana vive completamente desconcertada, devorada por ese "sospechosismo" inventado por el señor Creel y no asomarse a las causas que motivan el crimen.

En más de una ocasión el Presidente da a la falta de oportunidades educativas, laborales y esparcimiento para los jóvenes como causa que los conduce a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR