Rafael Segovia / El fin de un mitómano

AutorRafael Segovia

Volver a lo dicho y repetido hasta el cansancio: en la historia las cosas, las situaciones, se presentan la primera vez como tragedia y la segunda como comedia. El subcomandante Marcos, ahora delegado cero. Cero en español se escribe con c y no zeta, como él pretende. Podremos preguntarnos cómo escribe Che Guevara, a quien malamente imita. Para ello, se ha visto obligado a modificar vagamente su atuendo, que un día levantó de asombro a la izquierda de todo el mundo de sus asientos, con frecuencia proporcionados por los gobiernos.

Aquello fue una moda pasajera como todas las modas. El subcomandante cayó en el olvido, algunas publicaciones se indignaron contra la incongruencia del movimiento abusivamente calificado de neozapatista, otros no leímos su tesis, lo que confirmó la imagen del individuo. El mito cayó en el punto cero. Después vinieron los ajustes de cuentas.

En el plano psicológico fue difícil para el subcomandante mantener un pulso con la figura de Ernesto Guevara. Cuando se estrenó la película sobre su viaje en motocicleta aquello se hizo insoportable, lo obligó a recortar su auténtica dimensión y se vio en la necesidad de recurrir a la creación de una imagen competitiva: se volvió a poner la máscara, se envolvió en cartucheras -seguramente vacías- y se lanzó a una aventura sin riesgo, sostenida por el Presidente de la República, otra vez equivocado, torpe como de costumbre. Basta con referirse a las fotografías publicadas por la prensa para advertir la tartufería del pseudo jefe guerrillero, del que no queda sino la gorra, colocada en la frente de la cabeza, como una corona de Santo. Va a veces montado en una motocicleta de lujo, de la que se apea cuando el trayecto se alarga y complica, para subirse en un coche igualmente de lujo, donde recupera su auténtica figura, la de un buen burgués, acompañado por unos cuantos enmascarados que también se antojan de guardarropía.

Se pretende decir que el disfraz es cosa de él y de algunos de los suyos; no se puede decir lo mismo de sus palabras, de su prédica intolerable por manida, vulgar y, en el fondo, canallesca. Ha sido siempre un defecto insoportable de la izquierda, atacar a cuanto se encuentre a su izquierda. Marcos ha caído en esta postura porque no tenía otra, porque ya es el estereotipo del guerrillero tolerado por la derecha y ensalzado por la fuente en busca de titulares -lo que durará muy poco.

Otra situación le ha llevado al fallido intento de recuperación: el nacimiento de...

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